Cuento: Una Razón para Odiarte

21 Junio 2008
Hace tiempo que escribí mi primer cuento sobre política Este segundo cuento nos refleja lo que estas personas son capaces de hacer por y para tener el poder. Por Luis Beaurt
Luis Beaurt >
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La policía entró al departamento con su acostumbrada forma gentil de intimidar a la gente; los gritos, las injurias y las malas palabras salían de sus bocas como si fueran oraciones rogándole a Dios por cada mañana.
¡Alto es la policía! - dijeron al entrar - Nadie se mueva hijos de...
El espectáculo los dejó estupefactos; sin palabras; una luz tenue iluminaba la mesa del comedor; en ella estaba un tipo con una pistola en una mano y con la otra sosteniendo una fotografía donde éste aparecía junto a una chica abrazándose mostrándose el amor que los unío algún día.
En el suelo en un gran charco de sangre; ya sin vida, la chica de la fotografía con un balazo y en su mano, un cuchillo.
Uno de los cartabineros con placa dijo: ¡Suelta el arma, sino te quebramos!
Él soltó el arma sin darse cuenta de lo que a su alrededor estaba sucediendo, la policía aprovechó para abalanzares y con su clásica amabilidad lo esposó e inmovilizó dándole también unos buenos "no me olvides" por las molestias de haberles interrumpido la cena.
Ya cuando estaba inmovilizado hizo su aparición el detective Rafael Perez-Reyes, el famoso investigador de los crímenes de la gran ciudad, llegó con su clásica gabardina blanca y su libreta para anotar todo lo que a sus ojos era de importancia.
El detective se sentó en la sala en la cual el sospechoso ya estaba sentado y con varios golpes en la cara debido a que "al pararse de la mesa se había resbalado y golpeado".
Con voz autoritaria Rafael hizo la primera pregunta: -¿Nombre?
El asesino; ya con un poco más de tranquilidad en su ser, contesto: - Carlos Humberto Izquierdo.
El detective reflexionó por unos momentos tratando de recordar en donde había escuchado ese nombre, se acordó que su mujer había comprado una revista del jet set nacional donde había una entrevista de ese tipo.
La historia de la familia Izquierdo se remontaba muchas generaciones atrás; cuando habían llegado de España haciendo una gran fortuna como hacendados, después se dedicaron a la política que era más rentable.
La familia Izquierdo era una de las de más vieja alcurnia en la política; militantes del partido blanco, de corriente de derecha, de ideales conservadores para sus seguidores y para sus enemigos de ideas retrogradas.
Su padre Don Roberto es el candidato al consejo de notables de la ciudad.
Recordó el detective Perez-Reyes que Carlos Izquierdo se había casado hace cinco años con la señorita Isabel Deladroit; hija menor de Don Toribio Deladroit del partido negro también candidato al consejo de notables.
Así mismo recordó que Isabel Deladroit había estudiado en los mejores colegios religiosos de paga que había en el país y en el extranjero, eso se le hacia muy raro ya que para ser de ideas de izquierda y progresista, no entendía el porque habían mandado a su hija a estudiar a ese tipo de instituciones clasistas.
La familia Deladroit - de origen francés - eran nuevos en la política del país, su bisabuelo Justino fue un diputado el cual fue asesinado por sus ideales cuando todavía en la política era natural ir a la asamblea a hacer valer las ideas con una pistola al cinto.
Los Deladroit habían acusado a los Izquierdo de ese asesinato y estos habían rechazado de manera tajante este crimen argumentando que el señor Justino tenía muchos enemigos y no solamente los Izquierdo.
De ahí venía ya el odio entre las dos familias que se culpaban mutuamente por la muerte de ese gran señor; de haber leído un poco su de historia se darían cuenta que el señor Justino nunca le importaron mucho los pobres si había de por medio un dinerito.
Según la revista parecía una historia de amor tipo Romeo y Julieta; desafiando a sus familias, se habían fugado para casarse en un pueblito muy cerca de los Alpes suizos y después de unos años de exilio habían regresado a la patria.
El detective siguió con su interrogatorio: - ¿Por qué la asesinó?
Carlos hizo una pausa para reflexionar su respuesta; no encontró en su cabeza explicación que en ese momento justificara su acción y con los hombros hizo una expresión de no tener la más mínima idea con la cual se podía explicar.
El detective hizo una pausa para sacar de su gabardina una cajetilla de cigarros; con tranquilidad abrió el paquete y saco un calmante -como él llamaba a su vicio - y lo encendió dando una gran bocanada.
El jefe de los policías que habían hecho el arresto se acercó al detective para decirle algo al oído, le dio las llaves de las esposas, la pistola y después salieron del departamento; no sin antes llevarse unas pruebas del homicidio que servirían muy bien en sus casas.
Ya solos, Carlos seguía pensando que razón le había llevado a cometer tan infame crimen; trató de decir algo pero sus palabras no podían salir fluidamente de su garganta. En un momento ya de desesperación; con el llanto en los ojos, lo único que pudo decir fue: ¡Me traicionó!
Antes de que continuara sonó el celular de Rafael. Molesto contestó de mala gana, aunque sabía que solamente un selecto grupo de personas importantes tenía ese número de teléfono.
El detective sólo escuchó lo que por el otro lado se le decía; muy pocas veces hablaba y cuando contestaba lo hacia con monosílabos, parece ser que el que hablaba era alguien muy importante.
Colgó e inmediatamente le quitó las esposas y esperó que a Carlos Izquierdo dijera algo.
Con un movimiento de cabeza el detective Perez-Reyes hizo la seña de que continuara, Carlos hizo un mutis y con aplomo hizo énfasis en lo que había dicho anteriormente: - ¡Me traicionó de manera vil!
El detective Perez-Reyes se reclinó en el sillón guardándose las esposas en su gabardina y dando una fumada a su cigarro dejó escapar una gran bocanada de humo para escuchar atento a Carlos ya con su confesión.
Carlos Izquierdo continuó: - Cuando nos conocimos Isabel y yo decidimos hacer a un lado los pleitos familiares; yo pensaba que era la mujer ideal para mí y creo que nuestra relación fue muy estable hasta que mi padre y el suyo se lanzaron por la candidatura.
Hace un año - continuó Carlos - fuimos a una fiesta familiar en casa de los padres de Isabel donde no se me permitió la entrada ya que era un Izquierdo; o como me dijo don Toribio: - No permito la entrada de espías a mi humilde choza.
El detective Rafael Perez-Reyes penso por dentro: - Ese cabrón le llama choza a esa casona que costó más de un millón de dólares... "humilde casa", debería de ver en las pocilgas que viven sus seguidores.
Isabel en vez de apoyarme solo me dijo: - Espérame un rato, ahorita vengo. Tardó más de dos horas y cuando llegó parecía otra; completamente diferente a la que yo había dejado ir con su padre.
Desde ese día hasta hoy; hace unos minutos vivíamos en un infierno; nos perdimos la confianza y también el respeto, todo porque ella empezó a apoyar a su padre.
El detective Perez-Reyes soltó la siguiente pregunta: ¿Y usted no ayudó a la candidatura de su propio padre?
Carlos quedó mudo; hizo una mueca de que fue descubierto en una trampa, pero reaccionó rápidamente al decir: - Bueno sí; ayudé a mi padre pero, fue después de descubrir la traición.
La división entre la población debido a las campañas era tan grande que los enfrentamientos entre los seguidores de uno y otro partido habían hecho que la sangre ya se hiciera presente en las campañas.
Los odios ya estaban a flor de piel; las infamias y calumnias era cosa de todos los días y la verdad nunca salía a flote debido a los ataques que se producían tanto de una parte como de la otra.
El detective hizo una reflexión interior; ¿Cómo era posible que tanta gente se crea esas estúpidas verdades sin una prueba de los hechos?
Dejó de escuchar a Carlos porque sus pensamientos le estaban quemando el cerebro; no podía entender porqué un pueblo que debería de tener unión en sus ideales, era dividido por dos individuos que lo único que desean es el poder sin mediar por sus súbditos. El poder por tener el poder.
Son solamente dos idiotas que se visten con banderas idealistas y el pueblo les importa un carajo, de ser así deberían de estar dialogando para hacer que las familias más jodidas tuvieran una vida digna.
La intolerancia mostrada por los dos candidatos hacia que los odios se manifestaran sin darle una respuesta a la población de que se debería de hacer para sacar a la gente de su pobreza.
Carlos terminó de hablar y el detective Perez-Reyes seguía sumido en sus pensamientos, con voz autoritaria le indico a Carlos que se sentara donde lo había encontrado los policías.
Antes de que Carlos se levantada del sillón de la sala, el detective le hizo la siguiente pregunta: - Deme una razón para odiar a Isabel. Carlos se paró en seco y se volteó para verle directamente a los ojos y contestarle: - La única razón que tengo para haberla odiado fue que me engañó, me traicionó con sus palabras y yo le creí como un estúpido.
Y la razón que tuvo Isabel para odiarte ¿Cuál fue? - fue la pregunta que hizo el detective cuando Carlos terminó de dar su explicación.
Carlos volteó a ver el cuerpo de su amada que estaba en el piso; volteó para encarar a Perez-Reyes y contestó: - Podría decir que fue una persona enajenada y posiblemente con un odio que su padre le hizo sentir por mí.
Carlos regresó a la mesa donde estaba en el piso su esposa Isabel y se sentó en la silla, Rafael Perez-Reyes sacó de su gabardina la pistola con la cual Carlos había asesinado y sin darle tiempo de nada le dio un tiro en la cabeza.
Sin prisa; el detective guardó el arma y saco su teléfono; marcó un numero mientras se acercaba a la mesa donde estaban sus cigarros para encender otro calmadamente.
No esperó mucho para que le contestaran y solamente dijo: - Señor, el trabajo está hecho y colgó sin esperar una respuesta.
Del otro lado de la línea: en un restaurante de lujo exquisito y de extraordinaria elegancia; en un reservado para la gente importante, tres personas esperaban la llamada del detective.
Don Toribio Deladroit y don Roberto Izquierdo estaban sentado en sus sillas; juntos el uno al otro compartían la mesa, el pan y el vino, mientras que del otro lado de la mesa, el jefe supremo los veía.
Los dos charlaban amenamente cuando la voz del amo les hizo volver a su realidad; les comunicó la trágica noticia y los tres se pararon y chocaron sus copas de champaña para celebrar el final de esta partida.

La noticia era terrible, pero no había nada que hacer ya. Esta vez, este pleito terminó en un empate.
Se volvieron a sentar los tres para continuar comiendo y degustando una cena importante, el gran señor les hizo la siguiente pregunta: - ¿Cuál es la razón para que ustedes dos se odien?
Sin pensarlo los dos; don Toribio Deladroit y don Roberto Izquierdo dijeron al unísono: - ¡El poder, señor!
Ya de regreso en la escena del crimen el detective Rafael Perez-Reyes terminaba de escribir el informe que presentaría a su jefe; un lamentable caso de la inseguridad que hay en esta ciudad.
No se dio cuenta que el perito de balística, su gran amigo Pedro Ruiz estaba ya trabajando, sin inmutarse el detective dijo: - Esta ciudad es un asco, ya no hay seguridad en ningún lado.
El detective sabía que no podía engañarlo, Pedro, sin pensarlo le preguntó: ¿Cuál es tu razón para hacer esto? Rafael encendió un cigarro y le contestó a Pedro: Ninguna en especial mi querido amigo, solo que tú y yo recibimos órdenes de a quien debemos de odiar y a quien amar.
Pedro sabía lo que el detective le decía, así que empezó a hacer su trabajo ya sin ningún remordimiento.
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