Globalización, masificación, aumento de las instituciones privadas, disminución del financiamiento público, nuevas formas de enseñanza, exigencia de la sociedad por una participación más activa de las Universidades en el desarrollo económico y social de las regiones son algunos de los temas que cruzan el debate sobre Educación Superior (E.S.), cambios que impactan el quehacer de las universidades desde su forma y estilo de gestión hasta las formas y estilos de enseñanza.
Nadie puede dudar de la masificación de la oferta en Chile: 61 Universidades, 43 Institutos Profesionales y 105 Centros de Formación Técnica, los que en más de 400 sedes ofrecen E.S. a casi 700.000 jóvenes. La cobertura alcanza casi al 38% de los jóvenes entre 18 y 24 años, sin embargo las diferencias entre los quintiles socioeconómicos son aún notables. Sobre el 70% de los jóvenes del quintil de mayores ingresos (5) recibe E.S., mientras que la cobertura en el quintil más desfavorecido económicamente (1) sólo 17% tiene acceso. El Estado ha dado señales claras y sus políticas apuntan a romper esta situación de alta inequidad.
Entonces cabe esperar, que el crecimiento en el número de estudiantes provenga fundamentalmente de los primeros quintiles socioeconómicos, lo que implica que las universidades deberán promover el desarrollo de proyectos que den mejores oportunidades a aquellos que presentan mayores carencias académicas y económicas.
Adicional a lo anterior el Estado de Chile instaló nuevas formas de financiamiento, incorporando al tradicional Fondo Solidario de Crédito Universitario, nuevas Becas y el Crédito Bancario con Aval del Estado el que se extiende a todas las instituciones de Educación Superior acreditadas, lo que nos refiere a la instalación del Sistema de Aseguramiento de Calidad de la Educación Superior (ley 20.129).
Los resultados de los procesos de acreditación impactan no sólo en los requisitos para que los estudiantes dispongan de financiamiento estatal sino que promueve la instalación de una cultura del aseguramiento de la calidad dentro de estos planteles educacionales.
Frente a estos escenarios, no puede dejar de verse como una oportunidad para que las universidades en su compromiso con el desarrollo nacional establezcan nuevas estrategias en su conducción, recogiendo y aprovechando las instancias para convertirse en actores claves en el desarrollo económico y social del País. Para enfrentar esta oportunidad, las universidades deberán organizarse con nuevas estructuras que le den más agilidad y eficiencia, combinando aspectos técnicos y profesionales de gestión con elementos claves de descentralización, rendición de cuentas, participación académica y el compromiso de la comunidad que las conforma.
Carlos Mujica Rojas
Académico
Universidad Católica del Norte
Foto: mielve
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