“El que nace una vez morirá dos veces pero el que nace dos veces morirá una sola vez” (Parte I)

“El que nace una vez morirá dos veces pero el que nace dos veces morirá una sola vez” (Parte I)

18 Diciembre 2008
...pero Jesús le dijo: “Eso no basta. Tienes que nacer otra vez”. Esto implica a lo menos dos cosas: Que todos necesitamos un nuevo nacimiento y también, que todos pueden lograrlo. Por Nelson Zenteno
Nelson Zenteno >
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Es indudable que si la humanidad ha de salvarse, habrá que hacer pronto algo radical. El hombre sin temor de Dios, está al borde del infierno.
Recién comienza la exigencia de la legalización de matrimonios “homos” (en Chile), cuando en Europa ya se levantan voces de legalización de matrimonios zoofílicos (ser humano y animal), matrimonios pedastras (padre e hija o madre e hijo), matrimonios incestuosos (entre hermanos), usando el mismo argumento: Libertad de libre elección, libertad de los derechos humanos, libre opción, no discriminación, etc.,etc.
Las fuerzas que están hallando concreción en nuestro mundo son tan abrumadoras, que por doquiera el hombre sincero está empezando a clamar desesperado: “¿Qué debo hacer para salvar mi alma?”
En nuestro mundo todo parece mejorar, menos el hombre. En su naturaleza moral esencial, que gobierna sus relaciones con sus semejantes, roba, asesina, miente, engaña y arrebata. Desde el comienzo del tiempo ha permanecido sin cambio. Las noticias periodísticas de cada día y la televisión, nos muestran asesinatos, raptos, brutalidades, estafas, robos y engaños aún de gente que un tiempo antes eran confiables. Esto demuestra que en algún lugar hemos fallado. Bien decía un viejo psicólogo: “Todos los viejos pecados primitivos no están muertos, sino agazapados en los rincones oscuros de nuestros corazones modernos…permanecen allí todavía, y tan horribles como siempre”. (Carl Jung).
El hombre se está viendo obligado a aceptar la realidad del pecado y la necesidad de un nuevo nacimiento. El común denominador de los ancianos, cuando te sientas a conversar con ellos, es que ellos mismos creían y estaban seguros que colaboraban para formar una generación perspicaz y vehemente, para enderezar este mundo desordenado…y capaz de hacerlo… “tanto lo deseábamos, tan tenazmente lo intentábamos, y miren lo que hemos hecho. Del desorden sacamos un desorden mayor. Lo que hace falta es una nueva especie de hombres”.

El nombrado filósofo danés Kierkegaard escribió un libro titulado “La enfermedad mortal”, en el cual escribe: “El hombre ha nacido y vive en pecado. No puede hacer nada por si mismo, sino perjudicarse”.
Estamos empezando a reconocer, tras largos siglos de fútiles esfuerzos religiosos, culturales, morales y educativos, la incapacidad del hombre para cambiar su corazón. El hombre ha trabajado sin resultado para lograr sus metas morales y transformarse por el mejoramiento de su ambiente. Ahora estamos desilusionados y sabemos que, de alguna manera, el cambio debe venir del interior.

Los intentos del hombre por ayudar a los seres humanos a transformarse son diversos, a través de ciencias de la conducta como antropología, la psicología y la sociología, a fin de descubrir las leyes del comportamiento humano. La dificultad de estos experimentos es que no tienen en cuenta el hecho del pecado humano. Según las nuevas ciencias, el pecado es en gran parte “imaginario”.
El hombre es producto de su medio ambiente. Es el feliz o desgraciado resultado de una combinación de cromosomas. Según este sentimentalismo seudo científico, un delincuente juvenil es sólo un sub privilegiado y un ladrón es simplemente un inadaptado. En esta filosofía abandonamos la idea del pecado y la responsabilidad personal y culpamos a todo menos ofensor. Por lo tanto, no tenemos nada que remediar, sino el medio ambiente del hombre, su mala vivencia, los tugurios, la pobreza, la desocupación y la discriminación racial, mientras que al primer responsable, el individuo, no se toca para nada ni se transforma. El hombre mismo y su conducta, según esta nueva ciencia, son considerados como el resultado necesario e inevitable de la selección natural.

Luego, está el intento del hombre para transformarse mediante la química. Los hombres de ciencia están empeñados actualmente en el control de la conducta mediante agentes farmacológicos. Estamos al borde de un vasto desarrollo de drogas para el control de la conducta del hombre. Al principio eran empleadas solamente en las enfermedades mentales, luego en muchas más enfermedades, siempre apuntando la posibilidad de que los dictadores del mundo puedan usarlas para dominar a sectores enteros de la sociedad. Son las drogas “que modelan la mente del hombre”, porque “los científicos están descubriendo como manipular las emociones, los pensamientos y la conducta mediante nuevos inventos”. Estas drogas “cambian las mentes, alteran las sensaciones, las percepciones, los estados de ánimo, los deseos, las maneras de pensar y actuar”. Pero estas drogas, a lo sumo proporcionarán sólo cambios transitorios, ya sea para mejorar o para empeorar, según la naturaleza del que las administre, con probable daño permanente para el cerebro.

Ahora bien: La exigencia de Jesucristo es: “Os es necesario nacer otra vez” (Juan 3:7). El nunca habría lanzado semejante desafío si no fuera una posibilidad. Sí, el hombre puede ser transformado, radical y permanentemente, desde adentro hacia fuera. Existe la posibilidad de llegar a ser un hombre o mujer completamente nuevos.

Es interesante que Jesús le hiciera esta declaración a Nicodemo, un recto y devoto dirigente religioso, que debió escucharla con asombro. Si se lo hubiera dicho a Zaqueo, que por medio de engaños y robos se había encaramado en el primer puesto de su mundo comercial, o a la mujer del pozo, que había tenido varios maridos, o al ladrón crucificado, o a la mujer hallada en adulterio, habría sido más fácil entenderlo. Sabemos que esas personas necesitaban una transformación. Pero Jesús se lo dijo a uno de los grandes dirigentes religiosos de su tiempo. Nicodemo ayunaba dos días por semana, pasaba diariamente dos horas orando en el templo, daba el diezmo de todos sus ingresos, enseñaba teología en el seminario. La mayoría de las iglesias se habrían alegrado de contarlo entre sus miembros; pero Jesús le dijo: “Eso no basta. Tienes que nacer otra vez”. Esto implica a lo menos dos cosas: Que todos necesitamos un nuevo nacimiento y también, que todos pueden lograrlo.

¿Qué queremos decir con eso de que uno debe nacer de nuevo, o nacer otra vez?

Para empezar, significa algo tremendamente radical. Lo que somos por naturaleza lo somos debido a lo que éramos al nacer. Al nacer, nuestro sexo está establecido, la misma armazón de nuestro cuerpo está ya determinada. No hay duda de que nuestro temperamento, nuestras capacidades, nuestros hábitos, nuestras inclinaciones, nos son dados todos al nacer, al menos fundamentalmente; de hecho, nuestra misma apariencia. Nacer de nuevo implica al menos un comienzo absolutamente nuevo, no una reforma de la vida, no el volver una nueva hoja, no la adición de algún atributo o aspecto o capacidad, sino algo tan radical que por ello vamos a ser algo totalmente diferente de lo que hemos sido. Desde luego, cualquiera sabe que no podemos nacer la segunda vez físicamente. Por lo tanto aquí se hace referencia a un nacimiento espiritual, un renacimiento no del cuerpo, sino del alma, la mente y el carácter. Además, debemos notar…que este milagro es absoluta y universalmente necesario, si uno ha de ser miembro del reino de Dios. Nadie está exceptuado y nadie puede reemplazar esta tremenda realidad por alguna otra cosa.

Para su vergüenza, y en detrimento de la sociedad, la Iglesia moderna en general, ha abandonado en gran parte este mensaje del nuevo nacimiento. Predica el cambio social, el desarme mundial, el mejoramiento de la legislación, la “prosperidad social y económica”, las “guerras y luchas espirituales”, las “conquistas y toma de posesión de territorios”, etc.; pero no insiste en lo único que puede resolver los problemas de nuestro mundo: La transformación de los hombres. El problema fundamental del hombre es espiritual, no social. El hombre necesita un cambio interior completo.

La Biblia se refiere muchas veces a este nuevo nacimiento que hablaba Jesús. El profeta Ezequiel dijo: “Os daré corazón nuevo y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros”(Ezequiel 36:26). En el libro de los Hechos, Pedro lo llama arrepentimiento y conversión. Pablo habla de él en Romanos diciendo “como vivos de entre los muertos” (Romanos 6:13) y en Colosenses lo llama “despojarse del viejo hombre con sus hechos y revestirse del nuevo el cual conforme a la imagen del que lo creó, se va renovando hasta el conocimiento pleno” (Colosenses 3:9, 10). Tito, lo llama “el lavamiento de la regeneración” y también “la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5). Pedro decía que era llegar a ser “partícipes de la naturaleza divina” (2 Pedro 1:4). Para Juan era haber “pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).

Así, pues, la Biblia enseña que el hombre puede experimentar un cambio radical, moral y espiritual y ello por obra de Dios mismo. La Biblia enseña que el hombre sin Cristo, está muerto en delitos y pecados y su gran necesidad es la vida. Pero no tiene dentro de sí la semilla de la nueva vida; ésta debe venir de Dios mismo.

Para terminar, déjame ilustrarlo más fácil: Un día una oruga trepa a un árbol, donde la naturaleza la reviste de un vestido de fibras. Allí duerme y pocas semanas después emerge una hermosa mariposa. Así mismo el hombre, angustiado, desalentado, infeliz, acosado por la conciencia, arrastrado por la pasión, dominado por el egoísmo, beligerante, pendenciero, confuso, deprimido, miserable, adicto al alcohol y a los barbitúricos, que busca como escapar…Puede acudir a Cristo por fe y emerger como un hombre nuevo. Parece mentira, y hasta parece imposible y sin embargo, es precisamente lo que Jesús enseña en la Biblia.
Recuérdalo, hay que nacer dos veces para morir una sola vez. ¿Y qué es eso de morir dos veces?...veámoslo en la segunda parte de esta nota. Dios te bendiga