Mientras Algunos Salen del Clóset, Otros Entran al Mío

28 Febrero 2009
En relación a la moda es mejor la cantidad que la calidad. Extrañamente las relaciones de pareja no funcionan de la misma manera.Por Pamela López
Pamela López >
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Hay una serie de televisión cuya protagonista es una chica citadina obsesionada con las relaciones y los zapatos. Yo no vivo en Manhattan, no soy rubia ni tan flaca, y obviamente tampoco me compro zapatos de 600 dólares. Aún cuando debo reconocer que tengo 36 pares de zapatos, también es cierto que al igual que la chilena prototípica, las multitiendas y el nunca bien ponderado LIDER me han enseñado que en relación a la moda es mejor la cantidad que la calidad. Extrañamente las relaciones de pareja no funcionan de la misma manera, por lo menos para mí, que anhelo encontrar a ese, el único príncipe azul, en vez de vivir recogiendo lo que sobró de las liquidaciones y peleándome con otras por alguien de mí talla.
Debo reconocer eso sí, que al igual que por los hombres, tengo una obsesión descontrolada por las pilchas. Soy de esas que creen firmemente que a la hora de las depresiones de soltería un buen shopping es la cura a casi todos los males. Mi mamá me dijo una vez “mijita, una cosa es serlo y la otra parecerlo” y claro, la máxima la he aplicado en mi vida al pie de la letra. Por suerte calzo 34, lo que quiere decir que siempre encuentro mi talla en las liquidaciones y que además si algún día llegara el príncipe con el zapato de cristal, evidentemente a mi me va a caber. Con el tiempo, me di cuenta que si el zapato de cristal no llega a ti, pues tienes que salir a comprarte unos que lo reemplacen.
Así, un día de verano encontré en una vitrina unos zapatos rojos brillantes irresistibles a mi personalidad. Los zapatos eran una mezcla ideal entre una toplera y Dorothy, la del Mago de Oz. Una vez en mi poder, los pequeñísimos zapatos fueron golpeados tres veces en los talones y por más que repetí que “no hay lugar como el hogar” terminé estrenándolos en una pista de baile que no recuerdo, con un ejemplar humano que para ser honesta tampoco recuerdo muy bien. Eso sí… esa noche me pudo haber sacado lo que fuera, pero yo dormí con los zapatos puestos.
Como soy exigente, los zapatos no son lo único que me obsesiona. Me considero una fanática de la ropa en general. Soy consumista ¿y qué? Hay cosas terminadas en “ista” que considero mucho peores como ser “armamentista” o “capitalista” que se yo. Además, elegir ropa termina siendo el mejor acto de autoestima que una puede tener.
Miras algo y te gusta. Es algo así como el símil al hombre que te gusta y finalmente la compensación material que te da la ropa es nada más ni nada menos que otra de mis frustraciones emocionales. La diferencia es que esto está ahí al alcance de tu mano, te lo pruebas, si te queda bien y te gusta en ti es algo así como haber tenido buen sexo.
Sí tu piel se acomodo bien, te hace sentir bien, es rico y te sube el animo. Si esta en oferta mejor aun, sientes que saliste ganando. Después te lo llevas a tu casa, es tuyo, no se separaran más. Te pones a pensar en las miles de otras prendas en tu closet y te imaginas con que lo vas a combinar, cuando te lo vas a poner etc. es algo así como generarse expectativas.
Ahora bien, lo bueno de estas expectativas es que sabes que se van a cumplir. La ropa, a diferencia de las relaciones no te va a hacer daño. La miras, la amas, la metes en tu closet y ahí están: esas miles de otras cosas que compraste alguna vez. Son tu trofeo y tienen una historia. Es como si pudieras tener en tu closet a todos esos hombres que compraste o a los cuales “les compraste” alguna vez.
Por eso no me gusta prestar ropa. Es como compartir a tu pololo. No sabes lo que le hacen cuando no la ves, como la tratan, con que la combinan, a donde van. ¿Y si le presto algo a alguien y se ve mejor que yo? Por eso me carga esa manía femenina de prestarse ropa. Una de las únicas con la que no estoy de acuerdo. A la ropa hay que serle fiel, una máxima importantísima para una consumista profesional.
El consumismo es finalmente la respuesta a una frustración. Es obtener fácilmente las cosas, esas que suplen esas cosas en la vida que no se pueden obtener. Por que claro, un pololo no lo puedo comprar en cómodas cuotas y sin intereses. Miro mis kilos y kilos de ropa y pienso… soy una frustrada, pero por lo menos una frustrada con posibilidades de verse bien.
La temporada de verano no me trajo nada, pero quizás solo me queda esperar que se llevará para este otoño invierno… por el momento el vestido de novia lo seguiré llevando en la cartera.
Foto Flickr/CCEl Nortero, medio que sólo actúa como plataforma de expresión democrática. Más detalles en Normas de Uso para Comentarios"

Comentarios

Imagen de jose

interesante tu columna

interesante tu columna pamela, que bueno que veamos este tipo de articulos en el diario... seguirás escribiendo?