Quillagua: lejos de Dios y cerca de Codelco

Hay un conflicto ambiental en Chile que se ha constituido en el “niño símbolo” del nuevo movimiento social que busca la recuperación de la gestión pública del agua. Me refiero a la situación de Quillagua, en la comuna de María Elena, Región de Antofagasta.
El conflicto está dado, al igual que en muchísimas otras localidades con población indígena, por la escasez creciente de aguas y, peor aún, la contaminación de éstas, dada la despiadada competencia por recursos hídricos entre comunidades ancestrales y minería; en este caso, la sobre-explotación de agua por parte de Codelco División Chuquicamata.
Las prioridades políticas favorables al desarrollo minero, expresadas de facto y de manera violenta en la negación de responsabilidades por parte de la empresa ante episodios de contaminación del río Loa (sobre todo, el grave caso de 1997), y en el silencio político ante el creciente despoblamiento de Quillagua, constituyen hoy la más triste hipérbole de los conflictos por agua en Chile.
Pese a que Codelco ha negado por más de una década los daños ambientales consumados, la verdad pudo finalmente imponerse, pero sin el contrapeso mediático necesario por tratarse de una empresa del Estado, “privatizada” -como sabemos- por políticos que siempre ansían sus lucrativos cargos ejecutivos.
En los hechos, el informe emitido por el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) el año 2000 responsabilizó tácitamente (no puede ser de otro modo, ningún funcionario público se dispararía en su propio pie) a la mina Chuquicamata, al decir que “el origen del xantato (sustancia que entonces contaminó el agua) sólo puede ser adjudicado a la actividad metalúrgica industrial, específicamente a la minería del cobre y al molibdeno”. Para que nos entendamos, Codelco era al momento de la contaminación la única empresa de cobre aledaña al río Loa. Así, el xanato provino de las filtraciones del tranque de Talabre, que almacena los relaves de la mina y que se ubica aguas arriba del nacimiento del río Salvador y a un costado del río Loa.
Para que el lector se haga una idea, si la tasa de arsénico que se permitía en Chile era de 0.05 miligramos por litro, el sedimento de El Loa mostró una concentración de 4.636 miligramos por litro, lo que entonces provocó la muerte inmediata de 50 mil truchas salmonídeas y la imposibilidad de disponer de agua para animales de crianza y para consumo humano. El xantato, a su vez, alcanzó a 554 miligramos por litro en residuos depositados sobre roca, mientras el mercurio llegó a 1.79 miligramos.

Mientras en 1986 la actividad agrícola de la zona registraba 188 hectáreas de tierra cultivable. Tras el derrame de Codelco, se perdió la mitad y desde entonces la superficie cultivada decrece a razón de 5 hectáreas anuales. De este modo, el oasis de Quillagua enfrenta un creciente proceso de despoblamiento. A comienzos del siglo XX, en plena época de oro de las salitreras, esta localidad se había convertido en la principal fuente de abastecimiento de forraje para los animales de las oficinas de la zona. En ese entonces el oasis resplandecía y tenía una población de alrededor de 2 mil personas.
Tras la contaminación del río Loa en 1997, los habitantes se redujeron a 400, y la mayoría perdió las cosechas y tuvo que emigrar a centros urbanos en busca de trabajo asalariado no cualificado. El censo de 2000 registró apenas 102 habitantes, gran parte de ellos de avanzada edad, que viven de trabajos esporádicos. Hoy, los pobladores son aún menos. La matrícula en la Escuela G-15, Ignacio Carrera Pinto (que sólo tiene cursos de 1º a 6º básico) tenía hasta 1997 una matrícula de 30 niños. Luego del derrame, quedaron 3.

¿Se entiende por qué reclamamos por una gestión democrática del agua, que deje atrás el actual sistema privado que dejó la dictadura?. Veremos si los candidatos presidenciales son capaces de pronunciarse al respecto, o si prefieren mantener el cogobierno con el Consejo Minero (que agrupa a las 17 grandes compañías del sector, la mayoría transnacionales) y condenar así a otros pueblos a la desaparición y a la miseria.

Sara Larraín
Directora del Programa Chile Sustentable
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Foto|Flickr: tAbo tAbón
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