Cuando salgamos de la crisis ¿los pobres también van a salir?

Diversas opiniones han surgido en torno al panorama financiero a nivel mundial. Mientras unos dan proyecciones alentadoras, otros destacan que estamos frente a la peor contracción económica desde la Segunda Guerra Mundial. Lo cierto es que la crisis, que se originó en el mundo desarrollado, se ha extendido al resto de los países, causando preocupantes cifras que ponen en riesgo las perspectivas de desarrollo, con un costo humano no menor.
De acuerdo al “Informe sobre seguimiento mundial 2009”, difundido por el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) a fines de abril, cerca de 90 millones de personas pasarán a vivir en extrema pobreza, lo que redundará en que más de 1.000 millones de personas en el mundo padezcan de hambre crónica este 2009.
Con ello, se reduce la posibilidad del cumplimiento de los objetivos establecidos durante la Cumbre del Milenio de la Organización de la Naciones Unidas del año 2000 en Nueva York, sobre todo del primero relacionado con la reducción de la pobreza extrema a la mitad para 2015 respecto a 1990.
Cabe recordar que la compleja situación actual viene precedida de la crisis de los alimentos y la de los combustibles, por lo que en este período serán vitales las medidas que puedan realizar los gobiernos y los actores sociales en su conjunto. Pero, en medio de la búsqueda de soluciones, resulta urgente que nos preguntemos: cuando salgamos de la crisis ¿los pobres también van a salir?
Este invierno la recesión viviría su momento más crítico y, aunque gracias a las políticas de ahorro efectuadas por este gobierno pareciéramos estar bien preparados, no basta con crecer -ni menos con frenar la contracción- para superar la pobreza. Y es que para hacerlo, se necesita de equidad, justicia e integración social.

Es cierto que, desde el retorno a la democracia, la población ha registrado mejoras en su bienestar material. El tema es que no todos lo han hecho a un ritmo similar. Por el contrario, y tal como ocurre con la distribución de oportunidades, existe una deuda pendiente con aquellos por quienes parece no pasar el crecimiento económico. Si pensamos en los sectores más vulnerables del país hace falta una estructura de oportunidades más rica. Una que se traduzca en mejor trabajo, más capital humano (y social) y mayores ingresos.
El actual gobierno ha puesto particular énfasis en la protección social, esforzándose para que el progreso y los beneficios del crecimiento lleguen, enhorabuena, a los más pobres. Pero como las brechas heredadas son tan amplias resulta necesario desarrollar todavía más la acción en materia educacional y laboral, en los barrios y, porqué no, en estilos de vida más saludables también.
Si de verdad queremos superar la pobreza y promover el desarrollo social resulta un imperativo trabajar para reducir las desigualdades. Como país debemos ser capaces de garantizar umbrales sociales mínimos que otorguen más y mejores opciones a aquellos que viven en situaciones precarias, con el fin de avanzar hacia un Chile más equitativo. Sólo así, en acuerdo, equidad e integración, estaremos forjando, de alguna manera, el Chile del Bicentenario en el que queremos vivir.
Foto|Flickr: Rodrigo Araya Plaza
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