Sobrevivir a un cáncer de mamas: Bonus Track

Sobrevivir a un cáncer de mamas: Bonus Track

21 Abril 2010
Hoy puede ser tu madre o tu hermana, por lo mismo, valgan estas palabras para movilizar hacia tus oídos alguna música que está ahí y no quieres o no puedes oír. Por Juan Castillo Yupanki
Juan Luis Castillo >
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Mi vieja tuvo cáncer de mama. Fue difícil. De a poco vas conociendo cómo la lucha por la vida está llena de locura. El miedo se nutre de la ignorancia. Y sobre todo, el miedo profundo se nutre de incertidumbre.

Seguramente mi mamá estaba muy segura en su rol, más que elegido después de jubilar: ser una esposa amorosa, madre, dueña de casa y en lo posible, viajar. Esencialmente no había peligro que la tocara mientras estuviese tranquila con su familia cerca y con mi papá. Pero ¿un nódulo en su pechuga y no saber qué más iba? Lentamente: radio: quimio. Con el tiempo, esa mezcla significaba una catástrofe corporal y estética, cayendo su pelo, con su seno negro por el fuego. Dolor y perspectiva.

Mi papá un año atrás había sido operado del corazón. Mi vieja lo acompañó a Santiago.  Todo pagado por el auge. Justo pinché su celular cuando iba saliendo del quirófano y mi mamá lloraba porque el viejo había entrado a un examen y salía lleno de tubos y con un cierre sadomasoca desde el ombligo hasta el cuello. Después lo cuidó como un niño.

Ahora le tocaba a él. Y cumplió. A veces pienso que eso es el amor. Pero no siempre.

La paciencia es una virtud. No tengo paciencia. Mi viejo la acompañaba cuando al final de la radio el ardor la sobrepasaba. A esas alturas las ganas de morir asomaban tanto como las ganas de seguir adorando la vida. El dolor engendra todos los sentimientos que acercan a la muerte.

Y como una sentencia que desborda todo conocimiento, surgió lo que en la intimidad significa ser mujer.

Mi mamá pensaba después de la primera quimio que no se le caería el pelo. Que por un milagro ella era una especie de elegida. O quizás otra vez era el miedo. Y sumando, conspirando, fue un doble disparo. Con su seno triste, quemado, y su pelo que alguna vez fue signo de una personalidad peculiar, desapareciendo. Todo junto.  

Le decía hace poco a mi vieja, después de tanto padecimiento, y ahora en muy buen estado de salud, que se veía linda con su pelo corto y canoso. Así le había vuelto a crecer. Pero ella es mina. Y sagitario. Se lo tiñó rubio ceniza oscuro. Su color de siempre. Elegir es tan hermoso como amar. O amarse. Coqueta amasaba su nuevo pelo como si fuese una promesa de sí misma.

Entiendo algo mejor ese estado de latencia ante lo que es y no es. Las junturas de la vida van tan cerca del precipicio, que nada más me quedó que agradecer la oportunidad de vivir como he vivido. Algo realmente obtuso, porque ¿quién piensa apreciar la vida a partir de la aparente muerte diaria de un ser querido?

Y en escalada, sin más preámbulo el cáncer de mamas fue deslizándose hacia otros lugares. La esposa de un querido amigo también entró en el reality. Lo digo porque pareciera que toda catástrofe en algún momento es susceptible de ser espectáculo. Pero no. La conecté con mi vieja, como a mi vieja la había conectado con una compañera de trabajo que también había tenido el mal.

Esta conexión, la posibilidad de acoger y contener  a otro a partir del conocimiento de lo que le está pasando,  fue una forma elegante de no hacerme cargo yo mismo de algo que no comprendía y que me sobrepasaba. Para mí la enfermedad resultó tan difícil de asimilar y tan incómoda como los es dar un pésame en un velorio. Sólo ellas lo sabían.

Puedo decir ahora con algo de certidumbre que en algún momento esa perspectiva real de ser nada engendra tanto dolor y tanto miedo que es prácticamente ineludible llegar a sentirte en completa soledad.

En un caso así es más que aceptable adoptar una reverencia, sea por religión o por el simple  acto de asumir el poder de la vida. Cada una de las personas que las estimó y estiman, en distintos tiempos,  estuvieron de algún modo amándolas para que se sanaran. Un mantra es justamente ese ejercicio de energía. Una repetición de palabra y espíritu para que tu oración se realice. Es la mejor distribución de la palabra que conozco. Y a veces ni siquiera es una palabra sino un sentimiento o un pensamiento de bondad. Es el cariño en silencio. El bien pensar.

Punto a parte es visualizar la realidad rugosa y punzante de la gente que adquiere un cáncer y no tiene red. Debe ser de lo más triste estar enfermo y en soledad concreta. Sin familiares ni amigos. Como le dice a su familia una matriarca-abuela de un clan japonés en la película "Summer Wars": "No hay nada más penoso en la vida que estar hambriento o sola".

Por eso es tan importante apreciar y valorar la solidaridad humana (no la estética), como uno de los valores de mayor relevancia a la hora de ratificar la noción de humanidad. Los actos de cariño y de amor genuinos tienen este componente como base y esencia.

Sin ir más lejos, en el intertanto del tratamiento de la esposa de mi amigo, a sabiendas de que se le iba a caer el pelo por la quimio, su hermana, quien tenía su pelo sano y largo, no dudó en cortárselo y mandar a fabricar una peluca para ella.

Los actos y posibilidades de amor humano, sean tan íntimos y cercanos como el amor de un hermano, o también a través de la ayuda desinteresada hacia quienes recorren las miserias de toda índole, representan lo mejor de nuestra posición como seres razonables, que han desarrollado la superación de las emociones en vista de una instancia superior.

A pesar de que obviamente todo lo que he reflexionado hasta ahora ya fue reflexionado por otros desde quizás qué tiempo, la diferencia para mí aflora a partir de una realidad concreta -como lo fue el cáncer de mamas de mi vieja- que actualiza mi posición vital y me permite vivir muchas posibilidades como bonus tracks. En buen castellano son pistas adicionales, música que estaba a la mano y no oía o no apreciaba, la reedición de mi soundtrack vital.

Me alegro de que mi mamá esté bien, me alegro que la esposa de mi amigo esté bien. A ellas la separan hartos años, pero las intersectó un cáncer que a estas alturas ha expandido su prevalencia a rangos etáreos muchos más amplios. Hoy puede ser tu madre o tu hermana, por lo mismo, valgan estas palabras para movilizar hacia tus oídos alguna música que está ahí y no quieres o no puedes oír.

 

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