Piñera y Chilevisión: Los Astutos Pánfilos de la política chilena

Después de casi un año sin vernos las caras, el martes pasado (20 de abril) nos juntamos con un amigo que hace ya unos años decidió radicarse en el sur, según él escapando de la vorágine de la capital, a recordar estupideces y por cierto, revivir el ritual (heredado de nuestros viejos) de tomar café cortado, de pie y servido por una mujer de interminables piernas en el centro de Santiago.

Ni bien nos pusimos al día respecto de nuestros asuntos familiares, laborales y espirituales, no pasó mucho tiempo para llegar al tema que, de hecho, vio nacer nuestra amistad: la política.

El café cortado se transformó en mate y con la velocidad de una abuela en otoño, tejimos 115 bufandas y 36 guantes hasta que mágicamente salió al ruedo el tema de moda, que pese a su vejez, se resiste a perder protagonismo, todo gracias al berrinche de moros y cristianos: el compromiso del Presidente Sebastián Piñera de liberarse de la propiedad del canal 11, actualmente nombrado como Chilevisión.

Mi amigo, como si lo hubiese ensayado, me repitió a la perfección las justificaciones de pepedés, decés, socialistas, udis, erreénes y radicales. Entre los conflictos de interés y las sospechas de utilizar el canal como un panfleto, dejé que finalizara su despliegue para exponer mis argumentos. Su sorpresa fue mayúscula y es que estoy en contra de que Piñera venda la estación televisiva.

Simplificando las cosas, le dije que me parecía una estupidez de parte sus detractores (y algunos amigos) presionar para que venda Chilevisión y es que al ver la actitud del ahora mandatario, incluso desde que era candidato, éste se ha empecinado en remarcar (a mi juicio con desmedido celo) la independencia editorial de la estación. Administrada por un grupo de profesionales de primer nivel, muchos con un pensamiento político diferente a su dueño, la televisora se ha convertido en uno de los canales de señal abierta de mejor desempeño en el mercado local. Sus servicios informativos lideran las preferencias de sintonía y eso, a pesar de las pataletas, es sinónimo de libertad. Incluso, en época de campaña, algunos se tomaron la molestia de gastar unos pesos en contratar a empresas de medición para ver cómo se repartían los segundos en pantalla y, oh sorpresa, el dueño estaba incluso por debajo del entonces candidato comunista Jorge Arrate.

Finalicé mi argumento anunciándole a mi amigo que todos aquellos que hoy reclaman para que el Presidente venda la estación, se tragarán las lagrimas al darse cuenta del riesgo que representa que un grupo o persona, sin las ataduras ni limitaciones políticas de su actual propietario, imponga sus términos editoriales y suprima las libertades que hoy disfrutan (y abusan) sus trabajadores.

Dicho y hecho. El jueves en la tarde me llama mi amigo y me grita: “huevón, salieron los sindicatos de Chilevisión pidiéndole a Piñera que no venda”.

Lo que para algunos representaría el trofeo brillante para validar el eslogan política-negocios, para mí es la ineptitud del bicentenario. Sólo desde el punto de vista político me gustaría preguntarle a los agitadores: ¿qué mejor que tener un medio de comunicación de esta envergadura a su disposición, controlado y a la mano para promover sus asuntos con total libertad?. Es más, todo indicaba que el Presidente Piñera colocaría en el directorio de la fundación a representantes de los distintos sectores del país, algo similar a lo que ocurre en Televisión Nacional de Chile.

En fin, cómo le dije a mi amigo: ojalá que se den cuenta del error y no sufran después del ridículo de ser los “astutos pánfilos de la política chilena”.