Por Manuel Rojas Molina, diputado.

Nadie puede negar que las imágenes televisivas del rescate de los 33 mineros calaron hondo en nuestros sentimientos, donde la alegría y la emoción al ver el desarrollo del rescate hace resaltar, aun más, la valiente y decidida decisión del Presidente Piñera para no escatimar esfuerzos ni recursos en pos de recuperar de las entrañas de la tierra a esos mineros que sufrían un encierro infernal.

El trabajo realizado por nuestras autoridades, el equipo de profesional y los rescatistas sin duda que nos da una imagen país sobresaliente, en que se conjugaron no sólo las capacidades tecnológicas sino también la sabiduría de aquellas personas que día a día laboran en la minería para que el objetivo de la operación terminara con pleno éxito.

Este hecho que se inscribe en los libros de la historia nos demuestra nuevamente que la unidad se transforma en el pilar de sustento frente a la adversidad.

Ejemplo de ello es destacar la disposición inmediata de las grandes mineras privadas que con sus trabajadores y en unión al aparato público enfrentaron este maratónico rescate, donde el mundo entero fue testigo de la disciplina, capacidad y entereza que permitió traer a la superficie a los 33 valerosos mineros.

Hoy el desafío es otro que nos hace refundir esos sentimientos de alegría y emoción, con el deber de buscar los mecanismos legales que den respuestas eficientes para producir los cambios necesarios en materia de exigencias de seguridad no sólo del sector minero sino del trabajo en general, para que este accidente y otros no vuelvan a ocurrir.

La fe, la esperanza y el sentido solidario impuesto por las familias de los mineros afectados y el encierro mismo de ellos nos dan una enseñanza que como nación tenemos que aprender y que no es otra cosa que buscar siempre el bien común y trabajar unidos a pesar de las legitimas diferencias que puedan existir para hacer cada día más grande a nuestro país, lo que me hace reflexionar que después de este accidente nace un Chile distinto.