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La Gran Herida de la Capital Minera: Campamentos en Antofagasta

23 Septiembre 2008
Una de las más profundas es La Chimba, con harta gaza y un par de calmantes se ha logrado cubrir un lugar donde 180 familias viven las condiciones más precarias en Chile, trabajando y viviendo de los desechos. Paulo Mandaleris Jara
Paulo Mandaleri... >
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La "capital minera del mundo", "el cobre como el sueldo de Chile", son algunos de los apelativos con que se conoce Antofagasta, que tan bombardeada por el consumismo, grandes tiendas que llegan cada día, trabajadores foráneos, obras publicas que duran una eternidad, cuestionadas autoridades, etc. etc. han ocultado la cara más pobre de nuestra ciudad y la cara más oscura de nuestros corazones.
Tras toda pompa, sudores y lágrimas se oculta una realidad mucho más dura que la que vemos diariamente. Es la realidad que viven más de mil familias en los 19 campamentos que existen en Antofagasta y algunas caletas y asentamientos en el resto de la región.
Una realidad oculta por nosotros mismos y que está ahí, donde chilenos y chilenas libran día a día una lucha por erradicar de sus vidas materiales la pobreza que los invade, con las armas de la dignidad y la riqueza que abunda en sus corazones.
Es la mancha de la región con mejor ingreso per cápita del país; es la mancha de una comunidad que valora por lo que tienes y dónde vas; es la mancha de quienes disfrutamos la bonanza de esta región que no será eterna; es la mancha de la bonanza de quienes peleando millonadas de dinero para reivindicar al trabajador, no saben que con uno de sus bonos de negociación es posible que aproximadamente 25 familias de campamento postulen a una vivienda definitiva y digna; es la mancha de nuestra infinita cantidad de candidatos a concejal y otra cantidad finita de candidatos a alcalde y actuales actores en esos cargos que creo son incapaces de señalar la ubicación de 5 centros de pobrezas en la ciudad y sus principales necesidades; y finalmente, también es la mancha de quienes desean ver un Chile de categoría mundial como los países que recorren en otros continentes en sus vacaciones.
Pero déjenme decirles que mientras no asumamos la tarea de luchar contra la pobreza entre todos, podrán pasar bicentenarios y tricentenarios y quizá iremos superando esta problemática, pero aun ritmo tan lento y de tan baja calidad que siempre nos mantendrá a una gran distancia de quienes aspiremos a ser.
Actualmente en Antofagasta existen 19 campamentos, 18 de los cuales se encuentran en las faldas del cerro, muy pocos saben donde se encuentran y cuántos son, pero ahí están y no lo podemos negar, los grandes olvidados de la región (y del país), la más rica de Chile con gente viviendo en la miseria en condiciones que nadie creería pensando las innumerables riquezas que tiene la región (suena conocida esa historia, ¿no? Chile, Argentina, hasta llegar a Latinoamérica).
Vivir en campamento significa, según el Centro de Investigación Social de la fundación Un Techo Para Chile (CIS) un asentamiento de más de 8 familias que viven en una situación irregular de terreno y no poseen uno o más de los servicios básicos, entiéndase, luz, agua o alcantarillado.
Pero podríamos continuar complementando esta definición como un lugar en donde se han alojados los más excluidos de nuestra sociedad, en donde está la prueba máxima de nuestras desigualdades, clasismo y exclusión materializada en un hogar hecho improvisadamente, pero que alberga lo más esencial de cada ser humano que es las ganas de superarse y de pretender un mejor futuro.
Quizá una de las heridas más profundas de la Capital Minera del Mundo, es la del campamento La Chimba, que con harta gaza y un par de calmantes se ha logrado cubrir un lugar en donde 180 familias aproximadamente viven en condiciones de las más precarias en Chile, maquillado con una zona industrial, quintas y de eternos basurales a remover, un lugar en donde la gran mayoría de sus pobladores construye sus viviendas, trabaja y sobrevive en base a los desechos que son encontrados en el vertedero, lejos de los servicios y redes que brinda la ciudad por vivir alejados de ella y por una serie de autoridades e instituciones de beneficencia que han llenado al campamento de buenas intenciones y algunas obras concretas de mejoramiento de la calidad de vida y relaciones comunitarias.
Es claro que no consiste en vivir en la extrema pobreza, sino en que seamos conscientes de que existen personas que no la están pasando tan bien como los protagonistas de este sueño americano que nos propone la región, y más aun el estar dispuesto a hacer algo para cambiar esta realidad.
Lo anterior como una forma de replicar a que es muy fácil criticar a alguien por su ropa cuando sus ingresos familiares no superan los $100.000 mensuales.
Es fácil criticar a alguien que anda con su ropa sucia cuando en su mayoría viven en pisos de tierra. Es fácil criticar a quienes no lucen limpios de cuerpo cuando no tienen agua y sus “vecinos” de poblaciones aledañas les venden el agua ya sea por litros o por hora más los escasos aportes que hace la municipalidad en algunos campamentos.
Más paradójico resulta cuando he estado en letrinas más limpias que los mismos baños de la universidad que estudio, en un mediodía (ya que he podido comprobar que a las 8:00 am están impecables producto del trabajo del personal de servicios generales) y por supuesto es mucho más fácil ser prejuicioso cuando no se conocen nombres, historias, problemas o porque se vive o se llega a vivir en tal condición y porque obviamente no se ha compartido con quienes creemos que son de una u otra forma.
Pero por otra parte es mucho más difícil comprometerse con alguien que vive en pobreza, no entregando una moneda, porque eso es caridad y no soluciona nada. Es mucho más difícil dar parte de nuestro tiempo en aportar de alguna forma a ayudar a quienes más lo necesitan, pero sin duda alguna es mucho más difícil tener la libertad en nuestras vidas y comprometernos en el bien para el prójimo, ya que esta es la única forma que realmente podremos superar la pobreza.
Por el contrario cada vez que no nos interesamos en el otro hacemos que este país siga con su arrogancia e individualismo, cada estudiante universitario, cada trabajador que no piensa en el resto es alguien que solo se forma y solo trabaja para así mismo y sin darse cuenta solo se esfuerza para tratar de engrandecerse el mismo y quienes lo emplean.
Si logramos un país más justo no solo saldremos del vergonzoso podio de ser uno de los países con peor distribución del ingreso del mundo, sino que podremos desplegar todas nuestras capacidades en hacer cosas que nos engrandezcan.
Quizá se deberíamos partir con preguntar antes de estigmatizar, con investigar antes de calificar, con pensar en cada acción que hacemos como afecta al otro, o que lograríamos si actuáramos más en conjunto. O más aún, exigiendo a nuestras autoridades planteamientos claros hacia las problemáticas sociales y si ellos tienen o han tenido experiencia en este trabajo y no solo si lo han visto como una estadística o un par de fotos y video como música nostálgica.
Una vez que logremos esto podremos aunar esfuerzos reales para que todos estemos aportando a generar más y mejores oportunidades, más y mejor calidad de vida y menos Chiles de primera y segunda y hasta, si a alguien no le gusta el uso y abuso de términos como el “social” y lo quiere ver de otra manera más técnica e ilustrada, hasta tendremos más y mejores consumidores con mayor capacidad de endeudamiento y poder adquisitivo que sean un aporte real a nuestros indicadores que nos hagan ver como un mejor país para el resto del mundo y así reactivar nuestra alicaída economía “social” de mercado.
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