La Mano del Desierto cumple 20 años y que se mantenga firme y en excelentes condiciones se debe cien por ciento al trabajo de la Corporación Proa, que se ha encargado de la sobrevivencia de esta obra de arte en medio del desierto de Atacama. Con operativos de limpieza semestrales, le han ganado a los turistas irresponsables que insisten en dejar sus recuerdos en la escultura, a los que dejan basura y a los que destruyen.

La Mano del Desierto, ubicada por la Ruta 5 Norte 75 kilómetros al sur de la capital regional, es un patrimonio de Antofagasta y como tal, ayer sábado se celebraron los 20 años de este hito y la fiesta fue encabezada por el propio autor, el escultor chileno Mario Irarrázabal. "La Mano del Desierto es un punto mágico, y ha sido gracias al esfuerzo de la propia gente que acogió esta obra como suya", dijo el artista.

Un centenar de personas llegaron a esta celebración, voluntarios de Inacap limpiaron los grafitis y el folclorista Fernando Sepúlveda y la estudiantina de la Universidad de Antofagasta animaron con música.

Para finalizar la fiesta, se liberaron 400 globos de colores. Valía la pena la conmemoración en grande, el presidente de ProA, Carlos Tarragó, asegura que no ha sido fácil la tarea de mantener esta escultura. "En los primeros años, sufrió muchos destrozos. Hacemos dos operativos al año y encontramos forados y rayados".

Afortunadamente, la tarea ha tenido frutos y cada vez hay menos daños. Los visitantes han entendido que la mano es de todos, y una de las pocas obras de arte que poseemos como región.

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