Por fin una comedia agridulce que entiende que los espectadores no somos idiotas, que no solo consumimos bodrios del tipo “Crepúsculo”  y que el cine sigue siendo una caja de Pandora.

Hace seis años, descubrimos la muy amable (y humilde) comedia llamada “Pequeña Miss Sunshine”. Fue una tormenta. Nadie apostaban por ella y se fue haciendo paso a punta de festivales alternativos y se ganó el favor de público y crítica casi unánime, algo muy complicado de conseguir sobre todo en Estados Unidos.

Fue tal el impacto y los premios que llegó a postular nada menos que al Óscar en la categoría de mejor guión original, de tal manera que sus directores, Jonathan Dayton y Valerie Faris, se dieron el gusto de estar entre los mejores de 2006 y enseñar que los independientes eran importantes también.

“Ruby, la chica de mis sueños”, su segundo filme demuestra que estamos ante la confirmación de la calidad y creatividad de dos cineastas que de verdad sí son muy especiales, metódicos y con una capacidad de transformar historias corrientes y comunes en auténticos prodigios narrativos, elevando un tema menor a un elevado nivel cinematográfico. 

Porque esta película “menor” –cuyo título original es “Ruby Sparks”- es, lejos, de lo más inteligente de los últimos estrenos que hemos tenido en estos lares.

El filme ha contado con el guión de Zoe Kazan, que además de ser la actriz protagonista se estrena en lindes literarios de manera bastante notable, con una historia que si bien juega con algunos aspectos fantásticos e imposibles, se resuelven con bastante solvencia en parte gracias a la naturalidad y el clima de coherencia que toda la película contiene y que nos permite estar continuamente pendientes de cuál va a ser la resolución de cada una de las tramas que componen la película, algo que supone sin duda alguno uno de los mayores valores de este filme.

Calvin Weir-Fields es un escritor que con tan sólo 19 años ya ha obtenido el éxito con su primera novela y a partir de entonces comienza a sufrir bloqueo literario, ese terror a la página en blanco, además de llevar una nefasta y deprimente vida social y amorosa. A pesar de esto, en un momento preciso consigue crear un personaje perfecto para su novela, la bella y simpática Ruby Sparks, que le cambiará la vida por completo, tanto en la ficción de su novela como en su vida personal. 

Como ya ocurriese en “Pequeña Miss Sunshine” la película se beneficia de un clima amable, simpático y vital que nos permite saborear la película con sorprendente fluidez. Vuelven a lograr una comedia ágil y con mucho estilo para lograr risas y ternura en un ambiente agradable.

 “Ruby, la chica de mis sueños” supera a “Pequeña Miss Sunshine” en algo realmente meritorio y a tener en cuenta: el riesgo. La historia se alimenta de un realismo mágico tan difícil de lograr con seriedad, que las posibilidades de haber naufragado y haber obtenido un resultado mediocre eran muy elevadas.

Lejos de esto, Jonathan Dayton y Valerie Faris consiguen que la película no pierda un ápice de credibilidad, que se desarrolle con valentía, con tacto e inteligencia, y en definitiva que nos hallemos ante una película que va más allá de la mera comedia divertida para elevarse en un plano superior, postulándose una vez más como una de las probables películas del año. Y eso es un hallazgo notable en este clima de películas chicas y repetidas que nos castigan en nuestra ciudad. Imperdible.