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Imagen de Sandra Araya Castellano

Soy otra de las personas que

Soy otra de las personas que diariamente visitan el Balneario Municipal de nuestra ciudad.

Desde la década de los 90, dejo la tibieza del lecho a las 6 de cada mañana, sea invierno o verano, para ir en busca de aquellos instantes que me colman de energía y vitalidad para el resto del día.

Más de alguien se preguntará por qué lo hacemos. Pues porque se puede. Las aguas de nuestra costa ni siquiera en invierno son tan heladas que no podamos nadar algunos minutos. Al salir, nos abrigamos rápidamente. Con los años, hemos aprendido a secarnos y vestirnos más ágilmente que la mayoría de las personas. Luego, un cafecito con algunos bocadillos hacen propicio el momento para la conversación, amenizada con algunos chistes y bromas.

Al comienzo, iba a ir a nadar para reemplazar las clases de gimnasia, cuyo período había concluído. Allí conocí a otras personas que hacían lo mismo. Nos acostumbramos tanto a vernos y conversar diariamente, que al terminar el verano seguimos yendo sin cesar, pensando que cuando el agua se nos hiciera insoportablemente fría, sería el momento de retomar las clases de gimnasia y abandonar la playa. No ocurrió así. Pasaron los meses y seguíamos nadando y conversando, buscando y encontrando formas más eficientes para desplazarnos entre las olas. Descubrimos así, que no necesitábamos detenernos durante nuestro invierno, que para la gente de otras latitudes, es un chiste. Simplemente son todos los días iguales para quien toma el hábito de iniciarlos con una actividad gratificante, alegre y positiva, suficiente para hacernos sentir plenos optimismo y fuerza.

Al vernos allí, otras personas se acercaban con la curiosidad pintada en el rostro. Tras algunas invitaciones, aceptaban tomar un tecito o cafecito con nosotros y, casi sin darse cuenta, de pronto estaban también en el agua, al comienzo chapoteando, y luego nadando. Sus primeras impresiones eran de sorpresa y encanto, al descubrir que no podían dejar de ir, porque el bienestar físico y síquico que sentían era tan intenso, que lo echaban de menos cuando no podían acercarse.

"¡No puedo dejar de venir!, ¡Me siento tan agotado (a)cuando no vengo!, ¡Qué falta me hace cuando no puedo venir!, ¡Le echo tanto de menos si no vengo!" son frases que hemos escuchado a menudo a quienes por motivos de trabajo, viaje o problemas familiares se nos apartan transitoriamente.

Amigo que lees este comentario. Imita nuestra iniciativa, invita a tus amigos, ve a nadar, desintoxícate de tus dolores y tristezas, y comprobarás, si eres perseverante, que lo que decimos todos los de nuestro grupo, no es una propaganda insulsa, es un simple y maravilloso estilo de vida sana y positiva.

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