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Arequipa: Un ejemplo en turismo que debemos aprender

18 Agosto 2009
No vi graffitis, suciedad, cables, perros vagabundos ni comercio ambulante, pese a que existe una gran actividad comercial en el casco central de la ciudad. Por Hugo Donoso
Hugo Donoso >
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Cuando bajé del avión, en un día despejado con un cielo intensamente azul, sentí que el imponente volcán Misti me daba un fuerte abrazo de bienvenida. De ahí en adelante, la experiencia de estar en Arequipa fue siempre muy buena y gratificante.
Arequipa es una ciudad limpia y dispuesta para recibir y atender al turista. Su gente es muy amable y cordial. Los policías están atentos a las necesidades de los visitantes y tuve una agradable sensación de preocupación y de seguridad, porque sus habitantes han entendido bien, los fundamentos que sustentan al turismo, el cual es una de sus principales fuentes de ingresos junto con la minería, la agricultura y la industria textil.
El área histórica del centro está protegida por la autoridad y el municipio ha publicado una ordenanza que prohíbe la publicidad luminosa tradicional, para no vulnerar el entorno colonial que caracteriza a las construcciones del centro y que les significó ser declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en noviembre de 2000.
No vi graffitis, suciedad, cables, perros vagabundos ni comercio ambulante, pese a que existe una gran actividad comercial en el casco central de la ciudad.
Existen más de 150 agencias de viaje que se disputan a los turistas que pasean por sus espacios, para llevarlos a conocer la ciudad y sus alrededores y hay muchos lugares para comer a precios bastante módicos y con una interesante oferta gastronómica, desde lo más simple y tradicional como puede ser una variedad de sándwiches y pizzas “a la piedra”, hasta lindos rincones de comida marroquí, italiana, peruana e internacional, sin dejar de mencionar las famosas “chifas” que en idioma chino significa “comiendo arroz.”
La ciudad se caracteriza por sus construcciones en piedra volcánica blanca comúnmente llamada sillar, donde iglesias, edificios y portales exhiben unos hermosos tallados en esa roca volcánica, blanca y generosa. Sus edificaciones en sillar, que se ven imponentes en contraste con el manto de cielo azul que cubre a Arequipa durante el día, se iluminan de noche con lo cual se realza su hermosa arquitectura.
Es inevitable no dedicarse a sacar fotos de cada rincón, puerta o dintel, iglesia, monumento o de sus preciosos nevados, como queriendo capturar un trozo de toda su belleza para mostrar en casa.
Estuve tres noches y cuatro días en Arequipa, lo que no me convierte en un experto ni mucho menos. Pero sí puedo decir que quedé con la feliz sensación de que los arequipeños han hecho las cosas bien.
Durante toda mi permanencia en la ciudad, me sentí muy cómodo con todo lo que iba conociendo sin entender el porqué, hasta que al leer las teorías que existen acerca del origen de su nombre, debo reconocer que me identifiqué plenamente con lo que le dijo el cuarto Inca Mayta Ccapac a alguno de sus súbditos, cuando maravillados por la belleza del lugar, le pidieron poder quedarse en esas tierras, a lo que él les respondió "ari, qquepay", frase quechua que en castellano significa "sí quédate". Ahora entiendo porqué una parte de mi corazón se ha quedado en Arequipa.
Foto: Wikipedia.org

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