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Finalmente, recuerda, que un hecho tan circunstancial como lo es una victoria militar, no crea jurisprudencia sobre la propiedad de los territorios ocupados; ni los acuerdos que se suscriban como producto de la derrota, constituyen contratos a perpetuidad que le quitan a las futuras generaciones sus derechos ni su identidad nacional… Si no fuera así, Europa no habría logrado su libertad tras la Segunda Guerra Mundial, Hon Kong no hubiera podido ser recuperado por Japón, Taiwán continuará siendo provincia China, ni se hubiera disuelto la Unión Soviética… La historia nos recuerda, que las guerras dan victorias efímeras, que si bien es cierto se mantienen en el tiempo con el uso de las armas y de la fuerza, nada garantiza que el equilibrio cambie, y en ese momento, la identidad nacional se hará presente nuevamente para recobrar lo que les es suyo, ya que el sentimiento de la territorialidad nace con el Boliviano que requiere del mar para sobrevivir en el futuro, mientras que para el Chileno es sólo cuestión de un estúpido orgullo.