Antofagasta y la peste bubónica: las epidemias del pasado y las ciudades puerto

Antofagasta y la peste bubónica: las epidemias del pasado y las ciudades puerto

18 Junio 2020

¿Qué lecciones aprendimos de todo esto? En la actualidad, el control de la movilidad, sabiendo de los hechos, tardó en hacerse efectivo. El aislamiento de los enfermos es una condición que se repite, y que fue y ha sido fundamental. Ya no tenemos lazaretos, pero sí hospitales de emergencia.

Claudio Galeno >
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Por Claudio Galeno-Ibaceta / Jostan Chaparro-Huerta.

Frente a la actual crisis sanitaria que ha provocado el coronavirus a nivel mundial, en Chile las autoridades de salud han aplicado medidas profilácticas (de prevención), entre ellas el control del desplazamiento, el uso obligatorio de mascarilla y el confinamiento, buscando así frenar los contagios y decesos a nivel nacional, lo que ha cambiado drásticamente nuestra vida urbana. ¿Los cambios serán permanentes?

Esta emergencia de salud pública, potenciada por los viajes, no es nueva, y se asemeja a otras situaciones equivalentes vividas a principio del siglo XX con la llegada de la peste bubónica. Esa enfermedad transmitida por pulgas y piojos infectados que viajaban en ratas y en seres humanos, históricamente había hecho estragos en Asia y Europa, siendo conocida como la peste negra. Sin embargo, hasta fines del siglo XIX, el continente americano no había sido afectado, lo que, al parecer, se debió a la situación de aislamiento del continente, así como el largo tiempo de las travesías marítimas.

Pero el incremento de movilidad de fines del siglo XIX, arrastró la enfermedad en los barcos, de modo que los medios de transporte masivos y los puertos fueron el punto de discusión central en los acuerdos sanitarios internacionales. Al igual que el transporte aéreo hoy y su capacidad de propagar las enfermedades por el flujo constante de pasajeros y cargas, el transporte a vapor era el medio masivo que conectaba los diversos puntos geográficos del mundo.

CENSOS

Los censos de Antofagasta, reflejan que, a la fragilidad sanitaria propia de una ciudad portuaria levantada en el desierto, se sumaba la fuerte inmigración que atraía la bonanza de la minería. En 1895, 13.530 habitantes, y en 1907, 32.496, la población casi se triplica, hasta llegar en 1920 a los 51.531 habitantes. Pero la movilidad de las personas y de naves, solo incrementaron las enfermedades.

En 1889 la peste llegó a Sudamérica por el área atlántica, hasta llegar al norte de Chile, primero en 1903 a Iquique, donde fue una epidemia sin igual, en 1904 a Antofagasta y en 1905 a Pisagua, por mencionar los casos más radicales. Así como en la actual pandemia, las ciudades nortinas fueron de las últimas afectadas.

Según el diario El Industrial, con la epidemia de Iquique de 1903, para evitar que llegase a Antofagasta, se tomaron las primeras medidas preventivas, entre ellas la prohibición de vapores proveniente del norte, la construcción de un horno crematorio de basura, la repartición y desinfección de sulfato de sodio y el control en el transporte de alimentos.

ANTOFAGASTA

En abril de 1904, fue confirmada la peste en Antofagasta. Mediante la prensa se emitieron comunicados oficiales. En la presencia de los primeros indicios de contagiados, el Consejo de Higiene conformado por los doctores Maximiliano Poblete, Eduardo Le-Fort y Agustín Figueroa se reunieron con miembros municipales, deliberando en un plan de acción que se tradujo en planes preventivos en el control urbano, normando la extracción de basura, la desinfección de alimentos y zonas de almacenajes, el control de crianza de animales, la rebaja en el costo del agua potable y la solicitud de insumos y especialistas médicos al gobierno. A estas medidas progresivas se le sumaria, la sanitización los medios de transporte y la habilitación del lazareto (hospital de aislamiento).

En 1901, debido a la emergencia de bubónica por la costa atlántica de Sudamérica, el Dr. Alejando del Rio había publicado una cartilla sanitaria. El documento era muy claro, primero explicaba la enfermedad, luego sus tres formas de manifestación, y los tres métodos de profilaxis: la defensa de fronteras, el saneamiento de poblaciones y la defensa del individuo (principalmente en torno a las viviendas). Sin embargo, es singular, que, en Antofagasta, fueron usadas las instrucciones elaboradas por el Comité Consultivo de Higiene Pública de Francia, de julio de 1899, lo que pudo deberse a que se trataba de una sociedad de inmigrantes.

Las repercusiones comerciales fueron casi inmediatas, apareciendo las primeras medidas de aislamiento por parte de la Compañía de Vapores Sudamericana, la que notificó a través de un cablegrama la no llegada de los vapores el “Maipo” y “Loa” por la peste reinante, y la clausura de los puertos del Perú para barcos provenientes de Antofagasta. Así también, la Junta de Sanidad de Tocopilla envió un telegrama a la gobernación marítima en el que acordó el no recibir ni pasajeros, ni equipaje de este puerto.

REPORTES

Si bien, sobre la actual epidemia, se ha destacado que es la primera vez que se ha observado su avance en tiempo real, sobre las pestes de inicios del siglo XX, sorprende saber que los reportes se transmitían con gran inmediatez, mediante telegramas, ya que Antofagasta estaba conectado a una red internacional de telégrafos desde la Guerra del Pacífico. El intercambio de información era fundamental para conocer el estado de los puertos, para evitar la propagación de las enfermedades y que fuesen declarados infectados, ya que eso significaba cerrar el puerto para una cuarentena total obligatoria, con la consecuente crisis económica.

Los telegramas servían para que los consulados estadounidenses por el mundo enviaran breves reportes sobre el estado de los puertos y sus enfermedades epidémicas a la revista estadounidense Public Health Reports, que era publicada semanalmente desde 1878. Sin embargo, los medios nos solo tenían una función global, sino que la prensa local cumplía un rol fundamental en la instrucción de la población sobre la enfermedad, como podemos ver en el periódico El Industrial de Antofagasta, en la emergencia de bubónica en 1904.

El Dr. Agustín Figueroa estuvo a cargo del Lazareto y del Desinfectorio Público de Antofagasta desde 1904 hasta 1925, enfrentando los sucesivos brotes de la bubónica. La peste se manifestó todos los años desde 1904 hasta 1925, con un pequeño rebrote en 1930. Algunos de los años más críticos fueron: 1904, 400 enfermos, 115 fallecidos; 1907, 240 enfermos, 96 muertos; 1908, 173 enfermos, 105 muertos; 1909, 104 enfermos, 53 muertos; y 1914, 96 enfermos, 54 muertos.

El Dr. Aliaga en El Industrial fue el primero en informar las características de la nueva enfermedad. Los primeros síntomas eran repentinos: fuerte dolor de cabeza, dolores en la cintura, en los lomos, en el estómago, a veces con sensación de quemadura. La expresión del rostro se alteraba, el caminar se volvía incierto y vacilante, se perdían las fuerzas y rápidamente el enfermo debía ir a la cama.

El mal podía aquejar a cualquier persona, no importando edad, género ni raza, aunque afectaba más a las personas que vivían hacinadas, en la miseria y el desaseo. El periodo de incubación de la enfermedad, desde el contagio hasta que se presentaban los primeros síntomas eran ocho días.

PRENSA

Como hemos comentado, la prensa cumplía un rol clave desde distintos ámbitos: informando del proceso de identificación de la enfermedad; abriendo debates sobre la urgencia de medidas; publicando notas de médicos que explicaban sus características; instruyendo y entregando instrucciones, por ejemplo cómo se debía aislar el enfermo, cómo debía ser su habitación, cuál era la conducta que se debía tener respecto de un enfermo o sospechoso; publicando decretos municipales con las medidas para combatir la epidemia.

Una medida importante fue evitar las aglomeraciones para evitar la propagación, de modo que se hizo un llamado a no reunirse en iglesia y teatros, entre otros lugares públicos, asimismo las escuelas públicas fueron clausuradas.

De igual forma que en la actualidad, existieron diversos casos puntuales de incumplimiento de las normativas. Los medios locales e informes médicos, nos describen esa realidad. Lo más recurrente fue el escepticismo y ocultamiento de enfermos, impidiendo el traslado de los pacientes al lazareto provocándoles la muerte por falta de tratamiento. También podemos destacar el caso de un farmacéutico local que ejercía sin título académico, que había tratado a enfermos que finalmente habían fallecido. Un conductor fue detenido por llevar un cadáver al cementerio, desobedeciendo las normativas que mantenían un protocolo encargado únicamente por las carrozas de la Junta de Beneficencia. Así también, de un individuo ebrio que quiso atropellar a la cuadrilla desinfectadora.

Las acciones fueron efectivas de modo que, en los primeros días de julio, la plaga fue declarada extinta. Sin embargo, como hemos mencionado siguieron sucediendo rebrotes en los años sucesivos. La condición portuaria favoreció estas situaciones. Fue necesario crear en Arica, en 1905, una estación sanitaria encargada del control de los barcos, personas y cargas, de su desinfección y aislamiento.

¿Qué lecciones aprendimos de todo esto? En la actualidad, el control de la movilidad, sabiendo de los hechos, tardó en hacerse efectivo. El aislamiento de los enfermos es una condición que se repite, y que fue y ha sido fundamental. Ya no tenemos lazaretos, pero sí hospitales de emergencia. Los espacios de traslado de la enfermedad, ya no son solo los puertos y los barcos, sino, y principalmente los aviones, trenes y buses. Un punto fundamental, que nos diferencia de las epidemias del pasado, es que por aquellos años se establecieron acuerdos internacionales para frenar estas enfermedades contagiosas, hecho que ahora no se producido, sino más bien acciones de muy distintas índoles entre los países sudamericanos. Bien, y un último punto, sobre la peste bubónica, desde fines del XIX se contaba con un tratamiento con un suero, mientras que con el Covid-19, las investigaciones aún se encuentran en desarrollo.

*  Este trabajo es parte del Fondecyt 11180673.