Coldplay convirtió al Estadio Nacional en un verdadero “arcoíris nocturno”

Coldplay convirtió al Estadio Nacional en un verdadero “arcoíris nocturno”

05 Abril 2016

Una visión antofagastina de lo que fue el último concierto ofrecido por la banda británica en nuestro país.

Christian Godoy... >
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Lo bueno de asistir a un concierto en Chile es que todos los asistentes insisten que el espectáculo que vivieron fue el mejor de todos. Recuerdan fechas sublimes, algunas frases solo para fanáticos o simplemente combinan el setlist (lista de canciones) elegida por su banda favorita y la convierten en su gran anécdota que perdura.

Pero en este caso, al presenciar un concierto como el ofrecido por Coldplay en el Estadio Nacional se vienen otros ingredientes al análisis de un concierto “popular”. Aquella preocupación por brindar un espectáculo fuera del ámbito musical, convirtiendo este show en una suerte de nuevo camino para las bandas (que tienen los recursos, claro) para sorprender al público no solo entre rifs, ritmos electrónicos y acordes precisos y sinceros. 

Más aún para quienes viajamos miles de kilómetros solo para presenciar el regreso de esta banda luego de casi siete años de ausencia, lo digo porque muchos antofagastinos hicieron lo propio y están leyendo estas líneas en estos momentos. 

Una propuesta arriesgada y única que está resultando a la perfección en diversas partes del mundo, reencantando los sentidos y “evangelizando la palabra” del frontman (vocalista) Chris Martin que era seguido bajo la atenta mirada de sus seguidores por un par de horas. 

Quizás elevarlo a la palabra “ídolo” es mucho para un cantante como este británico, catalogado por la prensa latinoamericana como el “antirockstar” (por su buena onda con los periodistas, fans y el público en general), pero eso parecía transmitir en su concierto de este 3 de abril y que encantó a los asistentes. 

Todo el movimiento que provocaba era seguido por los más de 60 mil personas que llegaron al recinto ñuñoíno. Más aún con la parafernalia de lanzar fuegos artificiales en diversas etapas del concierto (no solo al final o al comienzo como se hace siempre, sino que en varias ocasiones), apareciendo mucho papel picado, aves de papel y lo más llamativo y primera vez visto en Chile, las “Xylobands”, unas pulseras que eran controladas por la producción del show para cambiar de tonalidades y convertir el recinto en un “arcoíris nocturno”, convirtiendo este espectáculo en una experiencia y conexión única con cada asistente. 

Canciones 

Pero vamos al concierto. Fue una noche redonda no solo para los fans que conocían uno a uno los himnos para ellos tan importantes de sus siete discos como “Yellow”, “The Scientist”, “Fix You”, “Charlie Brown”, además de “Adventure of a Lifetime”… entre otras, sino que la puesta en escena daba cuenta de la “buena salud” que goza la banda británica, que amada u odiada (hagan ese ejercicio, no existe un seguidor término medio de Coldplay, o te gusta u odias su música) la convierten quizás en la agrupación más importante del mundo en la actualidad. Mal no sería no reconocer que esta banda quebró un récord en Chile al ser el grupo que más rápido acabó sus locaciones (en 48 horas se acabaron los 60 mil tickets vendidos). 

Una gira mundial denominada "A Head Full of Dreams”, donde los colores eran su carta de presentación. Un festival de luces y sonoridad, que asumieron al escenario principal en ocasiones en un mero actor secundario, siendo sobrepasado por la inmensa pasarela que llegaba a la galería.

Un recorrido desde el arco sur al norte y que dividió el repertorio, tanto en el escenario principal, como el medio y luego continuar bien atrás de la cancha, siendo el gran aliciente de esta agrupación que gusta de estar cerca de sus seguidores.

En el caso del sector de galería, la llegada de Martin y compañía para tocar temas en guitarra acústica e incluso dando un homenaje a su propio padre al interpretar una canción de Johnny Cash, fueron los aciertos de una noche muy especial, siendo congratulados por el aplauso del público, ese que queda siempre relegado con sistemas de sonido repetitivos o casi ocupando binoculares para poder divisar a la banda.

En esta ocasión no fue así… fue la propia banda la que se acercó a ellos y pudo ser visto a pocos metros por miles de personas.

Sus éxitos se combinaban entre fuegos artificiales y las luces de las pulseras, provocando un verdadero “mar de estrellas con luces de colores” que convertían a los fans no en espectadores, sino en los verdaderos protagonistas de este show de casi 2 horas.

Como final de una película, los créditos comenzaron a aparecer en la pantalla y el público lentamente salió del estadio con la sensación de haber estado en un show histórico, de esos que comentas por años…

¿Y la pulsera Xylobands? Obviamente nadie la devolvió (yo tampoco), ya que destacaba fielmente que estuviste ahí (aunque no se prenda nunca más y tampoco fusione a las mismas 60 mil personas), convirtiéndose en un gran recuerdo que el público rememorará para sí mismos…

Nos leemos en otro concierto…