Las políticas centralistas y pro-empresariales que promueve el gobierno de Chile, tienen un impacto retrogrado y contrapuesto a los intereses regionalistas

Las políticas centralistas y pro-empresariales que promueve el gobierno de Chile, tienen un impacto retrogrado y contrapuesto a los intereses regionalistas

30 Septiembre 2012

Muchos defensores del actual modelo político y económico, señalan que las regiones productoras de cobre, deben ir avanzando hacia patrones administrativos sustentables y autónomos que les permitan subsistencia social y funcional

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Por: Pedro Marín Mansilla

 

Muchos defensores del actual modelo político y económico, señalan que las regiones productoras de cobre, deben ir avanzando hacia patrones administrativos sustentables y autónomos que les permitan subsistencia social y funcional, más allá de la mera producción y exportación de las materias primas extraídas aceleradamente de la tierra en donde habitaban nuestros abuelos y ahora nuestros hijos y nietos. Dichos enunciados, se fundan en experiencias de otros países y regiones que pudieron reconvertir su economía e industria una vez que agotaron sus recursos mineros como Finlandia, Canadá y el propio EEUU. Sin embargo, el caso chileno, carece de políticas serias y recursos suficientes para siquiera pensar ilusoriamente en su materialización.  Optando sólo por decisiones políticas parche con aportes mínimos e irrisorios a las ciudades que más recursos aportan al erario nacional, como es el caso de Antofagasta.

El mejor ejemplo de estas aseveraciones, un letrero instalado por el propio gobierno local en el sector comprendido; entre la Vega Central y la Avenida pedro Aguirre Cerda. Como se puede apreciar, el anuncio grafica por sí mismo, lo lento que avanza el sistema de mejoramiento de temas básicos y fundamentales que nos lleven en el corto plazo, hacia una ciudad atractiva para otros mercados que aseguren independencia futura y desarraigada de la producción del cobre, como por ejemplo, el turismo

 

 

La proclama da cuenta de una primera etapa de inversión multisectorial de poco más de 13.000 millones de pesos, el que incluye un aporte municipal de un 15 %. El proceso de mejoramiento de la Avenida Pedro Aguirre Cerda, envuelve una segunda etapa que abarca una inversión total de casi 20.000 millones de pesos y las obras debieran concluir en el año 2014.  En términos comparativos y de materializarse el aporte que ofrece el Fondo de Desarrollo del Norte (FONDENOR), éste significaría sólo el 7.5% de la inversión anualmente.

Chile tiene 22 años de aparente democracia, los mismos que tienen la mayoría de los proyectos operacionales de la minería extranjera de explotación y exportación de cobre en la región, los que sólo en el año 2010 reportaron utilidades después de impuestos de más de 13.900 millones de dólares.  La cifra invertida en el mejoramiento de esta arteria vehicular antofagastina de casi 40 millones de dólares, se diluye en esta cifra, significando apenas el 0.29% de las ganancias obtenidas en un solo año por la gran minería.

Todos los antofagastinos hemos sido testigos de la explosión demográfica experimentada en estas dos últimas décadas, propiciadas fundamentalmente por la demanda directa e indirecta de mano de obra reclamada por la actividad minera y todos también hemos visto la instalación de más y más complejos habitacionales que han cubierto las necesidades de un hogar propio para nuevos trabajadores y sus familias. Los expertos señalan a este fenómeno, como “crecimiento indirecto y temporal”, puesto que son absolutamente dependientes de una actividad que no asegura sostenibilidad en el tiempo.

De hecho, el norte de Chile ya ha sido testigo de migraciones multitudinarias de trabajadores que debieron regresar al sur de Chile en busca de otras oportunidades laborales producto de la debacle o agotamientos de otros recursos naturales y que al –igual que hoy- por falta de visión política regional, debieron abandonar sus hogares.  El ejemplo que se hace necesario rescatar fue el impacto social, económico y político que se desató en el norte de Chile debido al derrumbe de la industria salitrera.

Según documentos históricos oficiales, señalan que sólo en la década del 20 del siglo pasado, el número de cesantes que llegaba a Antofagasta desde la pampa superó las quince mil personas, quienes ocupaban los albergues, las calles y las plazas. La municipalidad mermó en más del ochenta por ciento sus arcas y el gobierno decidió trasladar por barco a los desempleados al sur del país. Después de esa lección –no aprendida- por los actuales gobernantes, Antofagasta pasó denominarse por algunos historiadores como; “ciudad de transito y por otros como Antofagasta dormida”.

Hoy; lo que estamos observando en este manto de superficial crecimiento y progreso materializado con la instalación de grandes cadenas comerciales ligadas a los supermercados, mega tiendas, restaurantes, hoteles y farmacias, entre otras. No es más que el olfato empresarial que sustenta su inversión en los sueldos y bonos del mundo minero y otras fuentes laborales como la banca y la salud.  A estos empresarios, les basta sólo algunos años para recuperar todo el capital invertido. ¿Pero la ciudad qué?

Pero no todos los ciudadanos de Antofagasta se emplean en las minas, la banca o la salud y son la mayoría quienes ven con desesperanza que la bonanza de la cual hablamos no les toca ni siquiera un bello de su existencia.

Como nortino de nacimiento, no quiero parecer un pesimista ni mucho menos, sólo manifiesto abiertamente y con fundamentos que; a este ritmo en el avance del mejoramiento de la infraestructura pública de la ciudad. Deberíamos ir conformándonos para que cada 20 años tengamos la posibilidad de ampliar y mejorar otra avenida de alto tránsito y que son muchas en esta capital regional.

La bonanza del cobre y otros recursos naturales NO RENOVABLES son ahora y, es ahora que necesitamos más aportes que nos lleven a pensar con tranquilidad en el futuro.

 

 

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