Opinión: Las verdades de Nicolás

29 Diciembre 2014

La consecuencia sería que la sociedad no seleccionaría talentos sino taburetes o, dicho de otra manera, privilegiaría a sus ex compañeros del patinódromo Verbo Divino en desmedro de los “pies descalzos”.

Rodrigo Duran >
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Durante el 2014 varias han sido las discusiones, opiniones, análisis y frases en torno a la educación, particularmente referente a lucro, selección y copago. Pero sin lugar a dudas fue el ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre, quien dejó entrever no sólo la realidad del sistema, sino el contexto sociocultural de nuestro país resumido tanto en “idiotas” como “patines”.

En el caso de la primera afirmación, que además se realizó en el contexto de un encuentro de jóvenes del PPD, Eyzaguirre afirmó: "Fui a un colegio cuico. Fui al Verbo Divino, y les puedo decir que muchos alumnos de mi clase eran completamente idiotas; hoy día son gerentes de empresa. Lógico, si tenían redes. En esta sociedad no hay meritocracia de ninguna especie”. Lo anterior, que le acarreo una serie de críticas y cuestionamientos varios, no deja de ser la cruda verdad y realidad de nuestro país. Seamos honestos, para muchos la meritocracia sustenta sus bases en la educación, esa que nos permite ser profesionales para insertarnos en el campo laboral. Una cuestión loable pero tristemente condicionada por una mixtura entre clasismo y segregación. Sin ir más lejos, y sobre este último punto, la OCDE el año 2011 calificó a Chile como el país con mayor segregación socio-económica escolar. Sobre el mismo tema el año 2013, en un informe realizado por Espacio Público, se estableció que Chile tiene uno de los sistemas escolares más segregados del mundo y donde las escuelas parecieran ser más bien clubes sociales o "de iguales". Es decir, y más allá de acceder o no a una buena educación, el capital social configura una suerte de firewall que garantiza la reproducción y mantención de las elites imposibilitando la movilidad social a través de espacios que favorezcan la inclusión de otros actores que, aun teniendo las competencias, conocimientos y habilidades, terminan siendo marginados del sistema porque no son parte del establishment social.

Sobre este último punto podríamos considerar que nuestra sociedad sigue ostentando un alto grado de clasismo, donde el “dime cuánto tienes, dónde vives, en qué lugar estudiaste, cuál es tu apellido, quiénes son tus padres, con quién te casaste, etc.” parecieran ser diálogos extraídos de una novela de Balzac, pero no: es Chile en el siglo XXI. En este sentido, y si nos remitimos a la investigación “La voz de los niños. Educación en Chile y Reforma Educacional” realizado por UNICEF, se constata que el 63% de los encuestados asegura que en Chile hay mucha desigualdad en la educación impartida, por ejemplo en Santiago, respeto al resto del país añadiendo una nueva variable como es el caso del centralismo. Además el estudio constató que el 54% piensa que la educación chilena no ayuda a que todos tengan las mismas oportunidades y el 50% opina que el modelo educacional está en crisis en un análisis que considera además a los profesores y la infraestructura de los establecimientos educacionales, entre otros.

Por otro lado la afirmación de los “patines” propuesta por el ministro, y que graficaría en teoría el objetivo de la actual reforma educacional, se podría sintetizar en lo siguiente: hay personas que van en patines a alta velocidad y otros a pie pelado, por lo tanto, lo primero es bajar de los patines a los que van muy rápido. En la práctica, la frase de Eyzaguirre implica quitarle a otros para darle a los que tienen menos, algo que ciertamente habla de una gran generosidad pero no necesariamente de conciencia social por lo siguiente: ¿Qué pasaría si en vez de quitarle a otros (educación privada) comenzamos a fortalecer e inyectar recursos, tanto humanos como económicos, a quienes están descalzos (educación pública), potenciamos a sus entrenadores (profesores) y complementamos su trabajo con equipos multidisciplinarios de profesionales y proveemos una buena infraestructura asegurando además las condiciones mínimas para su desarrollo (buenas salas de clases, áreas verdes, alimentación)? Es cierto, la apuesta puede sonar  ambiciosa e idealista pero ciertamente, y pensando en el mediano – largo plazo, resulta mucho más efectiva que esa mirada asistencialista y facilista a la cual está mal acostumbrada la Nueva Mayoría.

Como vemos, el ministro Eyzaguirre conoce perfectamente la realidad socioeducativa y por eso sus afirmaciones, quizás algunas desafortunadas, están lejos de ser fortuitas, porque simplemente son y reflejan el Chile de hoy. De hecho, y durante su participación en ICARE, el titular de Educación sorprendió a los asistentes empleando nuevamente la comparación de los patines, enfatizando “la injusticia de las condiciones de la carrera” y sorprendiendo con otro ejercicio retórico, a saber, el sistema educacional chileno pondría a los niños en “taburetes de distinta altura” la cual vendría determinada por el origen socioeconómico y cultural de los niños. La consecuencia sería que la sociedad no seleccionaría talentos sino taburetes o, dicho de otra manera, privilegiaría a sus ex compañeros del patinódromo Verbo Divino en desmedro de los “pies descalzos”, mientras tanto Chile continúa farreándose la gran oportunidad de contar con un Centro de Alto Rendimiento educativo que contribuya a formar “deportistas” (personas) de elite que compitan de igual a igual en cualquier parte del mundo.