Conflictos regionales en Chile: la lucha por un destino

Conflictos regionales en Chile: la lucha por un destino

16 Mayo 2016

La historia de estas movilizaciones muestra que el Estado Nacional sólo cumple parcial y a destiempo con las promesas negociadas pero, sobre todo, que se focaliza exclusivamente en el detonante del conflicto y no en sus causas. 

Chile Descentra... >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Aliado

* Por Patricio Vergara, Sociólogo y Doctor en Desarrollo Económico, VicePresidente de la Fundación Chile Descentralizado…Desarrollado

 

Los gobiernos democráticos (sean de centro-izquierda, izquierda o centro-derecha), sólo han abordado en forma emergencial y compensatoria (con “parches” y bonos) las demandas socio-ambientales que se expresan en las diversas regiones desde los años 90, hoy Chiloé. Los movimientos reivindicativos regionales tampoco han podido ir más allá, a pesar de disponer del apoyo de otras regiones y del movimiento estudiantil de Santiago. Porque cuando las movilizaciones consiguen el apoyo masivo de la población regional y amplían sus demandas (“escalan”), apareciendo frente al país sus grandes carencias de la salud y educación (por ejemplo), junto con el grupo de choque de Carabineros llegan los negociadores santiaguinos que ofrecen soluciones específicas a los líderes locales.

La historia de estas movilizaciones muestra que el Estado Nacional sólo cumple parcial y a destiempo con las promesas negociadas pero, sobre todo, que se focaliza exclusivamente en el detonante del conflicto y no en sus causas. Así, si la marea roja desapareciera en los próximos días, probablemente algunas autoridades nacionales sostendrían que el problema de Chiloé está resuelto. Sin embargo, la marea roja no es sólo un fenómeno biológico, es también socio-político. El problema de fondo que emerge del conflicto de Chiloé es la gran vulnerabilidad de su sistema productivo, producto de dos grandes definiciones de las elites nacionales (residentes en Santiago): un modelo de crecimiento extractivista y un modelo político centralista. Porque en ese modelo político-económico los territorios fuera de Santiago, por su menor poder, son “zonas de sacrificio”, áreas donde se obtiene el producto económico (y los impuestos asociados) al menor costo social y ambiental posible. Para ello es indispensable que el sistema de administración del país sea altamente centralizado, de manera de asegurar el orden social.

Hoy día, estas dos instituciones (los modelos económico y político) están fuertemente cuestionadas en la opinión pública porque se ha comprobado su ineficacia para alcanzar el desarrollo del país. Así, a raíz de la crisis del cobre se habla (una vez más) de valor agregado e innovación productiva y ya existe un consenso que la elección de los gobernadores regionales es urgente e impostergable. Sin embargo, ambos grandes esfuerzos, requieren ser orientados por definiciones estratégicas para los respectivos territorios, de manera de focalizar los recursos financieros disponibles y obtener resultados pertinentes.

Dicho con claridad, a Chiloé le sirve de muy poco la innovación en general , la designación de un Delegado Presidencial o la próxima elección de un Intendente Regional. La zona necesita re-pensar su futuro en forma seria, sistemática y pertinente. Tampoco requiere un centro de investigación que produzca papers ni una consultoría para definir su estrategia provincial de desarrollo. Chiloé, como muchas otras provincias y regiones, necesita disponer de una masa crítica permanente para diseñar sus grandes líneas de desarrollo, en conjunto con sus ciudadanos, de manera de elaborar, focalizar y gestionar el financiamiento y la ejecución de los programas gubernamentales, ser contraparte de la inversión privada que requiere ser atraída, y realizar un seguimiento riguroso de dicha Estrategia.

Si la demanda de los movimientos sociales locales es por el futuro a largo plazo de Chiloé, la provincia necesita de un Think Tank, un centro de pensamiento estratégico territorial que sea apoyado por los gobiernos regional y nacional (con sus instrumentos y financiamiento) y las universidades (con conocimiento pertinente y masa crítica). Una nueva institución que no sea dependiente ni de lo gobierno ni de una universidad, que se aboque a la larga, laboriosa pero indispensable (y hoy ineludible) tarea de construir un destino sustentable y compartido para una Isla que todo chileno admira y desea que continue siendo un símbolo de identidad, medio ambiente y cultura regional.