La virgen del desierto

La virgen del desierto

13 Febrero 2012

“La imagen que se encuentra en la Iglesia Catedral de Antofagasta logra plasmar en su lienzo la luz del desierto y el ferviente color de la piel de las almas del norte”

Ricardo Rabanal... >
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Los colores del desierto se cuadriculan y alinean en rectángulos de diáfana simetría luminosa que hacen que este monumental y armónico telón de fondo, tenga la capacidad de estar presente en la vista de todos y al mismo tiempo, subordinado a la figura que está destinado a resaltar casi con la mansedumbre del agua en el desierto que silenciosa crea maternalmente los oasis que le dan vida y permanencia a los pueblos originarios del norte.


Aquí, en esta gran tela se nos presenta la sequedad y aridez de nuestras tierras de tal forma que sabemos perfectamente lo que estamos mirando sin verlo. Literalmente la blancura de la sal, la transparencia celeste de nuestro cielo, el rojo quemante del sol y el naranja luminoso del cobre que se rinden y fundamentan a sus pies la existencia heroica de un pueblo en constante sacrificio minero. El violeta de los atardeceres se apoya suavemente en la negrura impenetrable de la noche desértica de las pampas desoladas y a la vez atestadas de humanos sacrificios en la arena histórica que forma esta tierra bendita.   

Al centro de esta magnífica pintura, la mujer andina, la Madre del minero, la Hermana del pescador, la Esposa del pampino enganchado y todas las mujeres del norte encontraran la figura piadosa y acogedora de la Virgen María que lleva bajo sus pies los colores y rasgos de las madres heroicas del desierto. Sus ojos morenos colmados de expresión, acarician y comprenden al peregrino de piel salada que cruzo el caliche en todo  tiempo y lugar sólo amparado en la sombra protectora de su fe y al compás de los vientos silbantes y susurradores de la arena seca que encuentran en los actuales bandas de bronces musicales del norte la más ferviente muestra de gratitud y testimonio nortino que extrémese el aire y el corazón cuando sus potentes sones sacuden el aire seco del norte.

Valiosa iniciativa de nuestra Iglesia Antofagastina que resalta mediante el arte a la gente y los matices propios de una tierra que expresa tanta devoción Mariana reflejada en mil bailes religiosos de colores que iluminan las calles polvorientas de la ciudad  y danzando una y otra vez con la energía mística de la Esperanza que siempre vence al cansancio seco del sol peregrino que acompaña implacable cada jornada de fiesta y recogimiento, celebración que hace latir más comprometidos los corazones de hombres , mujeres y niños en el don de Fe .

Importante acierto y aporte al acervo cultural  nortino nos entrega el destacado pintor Antofagastino Julio Sepúlveda Bravo con esta magnífica obra, quien con talento e imaginación ha sabido rescatar en sus pinturas  los colores y figuras milenarias del desierto de Atacama. Retratos que con renovada vida y fuerza, asoman coloridos y reales a contar una historia altiplánica ancestral de  norte que antes de ser norte existió como sur geográfico y comercial del Incario milenario, donde cuyos chasquis  mensajeros recorrieron la tierra sagrada y bendita de Atacama mucho antes que conquistadores, soldados y mineros volvieran a transitar este desierto en mil pasos minerales de  eterna y heroica búsqueda.

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