Vivir en Tocopilla representa un enorme sacrificio. Se trata de una ciudad altamente contaminada y sucia hasta decir basta. Los espacios públicos no son mantenidos por la autoridad y vivimos en total abandono. Por Iván González G.
Vivir en Tocopilla representa, en alguna medida, un enorme sacrificio. Se trata de una ciudad altamente contaminada y sucia hasta decir basta. Respecto al primer cargo, todos sabemos que es efectivo y no vale la pena insistir al respecto, pero en relación al segundo, los oriundos de este puerto vemos con pena, cómo la ciudad se ha ido transformando de una de las localidades más limpias del país a una de las más sucias.
Un ejemplo, el llamado Paseo del Mar, construido en tiempos en que el alcalde era Casimiro Busanich, o sea, alrededor de unos 15 años atrás, que originalmente se creyó que era la primera parte de una necesaria transformación del borde costero, hoy representa la mejor manera de demostrar la indiferencia e incapacidad de la Municipalidad por mantenerlo en una forma más o menos aceptable.
Recorrer su extensión produce pena y desagrado, primero porque estamos hablando del acceso sur de la ciudad y, seguidamente, por la manera en que se encuentra desde hace mucho, parece que el sector no existe dentro del plano regulador.
La escasa vegetación, en especial palmeras, está prácticamente seca porque no se han regado en mucho tiempo. A ello se suma la tierra suelta, los numerosos basurales clandestinos, el robo de adocretos, el óxido de las estructuras metálicas existentes, botellas y envases de licor botados por doquier, malos olores, producto del desatino de muchos que usan algunos lugares, específicamente la bajada a la playa artificial como letrina publica.
Además ahora, frente a la garita de Carabineros, que viene siendo el inicio sur del paseo hay por lo menos dos ramplas o acoplados de camiones que sus propietarios, quien sabe por qué las dejaron ahí, no creemos que como adorno y que simbolizan el abandono permanente de un sector que fue concebido como un sitio de atracción turística.
Como anexo de este supuesto paseo, bajo el mismo, se habilitó hace años una Playa Artificial que fue inaugurada incluso por el ex Presidente Ricardo Lagos, y que también retrata la omisión de la autoridad municipal respecto al cuidado de la misma.
En sus comienzos, el lugar era atrayente y distintos locales comerciales le daban cierta categoría. Con el paso del tiempo, los desconocidos de siempre han destruido parte del mismo y los comerciantes optaron por abandonar el lugar.
En resumen un lugar habilitado como sitio de atracción para los vecinos y turistas, hoy se encuentra prácticamente abandonado y de noche es una verdadera boca de lobo que atemoriza a quienes intentan visitarlo. Reiteramos que, como el paseo del mar, la mugre se acumula hasta extremos difíciles de imaginar y menos de aceptar.
Lo más probable es que como el próximo año hay elecciones de Alcaldes y Concejales, los actuales y futuros candidatos descubran que ese sector merece ser mejorado para tener alguna esperanza que en el día de mañana las cosas mejorarán y tanto el paseo del mar como la playa artificial, vuelvan a representar los propósitos que se tuvieron en cuenta cuando fueron construidos.
Entre paréntesis, ojalá que el Galeón que se ubica en la parte norte de la playa y donde funcionó incluso una discoteca, pueda ser reparado antes que los ladrones lo desmantelen completamente.
La autoridad municipal, de quien dependen estas instalaciones, debería intentar, en la medida de lo posible, repetir lo que en otras partes, como Iquique y Antofagasta, que se preocupan por mantener los espacios públicos, todo lo contrario de lo que ocurre en este postergado y olvidado puerto del norte chileno, el único lugar del embarque se salitre existente.
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