Desde El Amaule [6], por Juan José Alfaro.
Uno de los grandes beneficios de la Reforma Previsional entró en vigencia el pasado 1 de julio del presente año, y me refiero al bono por cada hijo nacido vivo. Sin duda que es una gran iniciativa y que pone una cuota de justicia a la gran labor y desgaste que significa ser madre.
Sin embargo este beneficio que se anuncia con gran pomposidad tiene un lado b y que dice relación con las madres e hijos olvidados por esta ayuda social y que son aquellas que por cualquiera razón hayan jubilado antes de este primero de julio y que para la reforma no cuentan como madres, ni sus hijos son causal de este bono.
No manejo estadísticas de cuántas madres están en esta condición, ni menos el criterio que imperó para excluirlas de la ley, lo que si me parece errado es sentar un precedente donde existan madres de primera y segunda clase, madres que en la etapa dorada de su vida y cuando más necesitan y podrían disfrutar de este beneficio, sufran el olvido y la discriminación del legislador.
La reforma dice que no importa la situación social de la madre que recibe este bono, ni tampoco su condición de extranjera, por eso me resulta extraño que exista un número importante de mamás para las cuales este bono se transformó en una gran desilusión, sólo por ejemplo se me viene a la memoria el caso de una abuelita de 80 años con 15 hijos nacidos vivos y que por el sólo hecho de tener una pensión, quedó marginada de esta iniciativa.
No sé si habrá primado un criterio económico para esta discriminación entre madres de primera y segunda clase, quizás se miró el desembolso inmediato de recursos que significaría beneficiar a las madres jubiladas, por sobre el hecho de reconocer a todas las madres sin exclusión.
Tampoco me parece adecuado que este bono, en el caso de las madres que aún no jubilan, no sea incorporado de inmediato a sus ahorros previsionales y aparezca sólo de manera nominal en sus cuentas, ya que en el caso de muerte de una madre los aportes por este bono no constituyen herencia.
Otro punto que me llama la atención es la brecha que se creó entre la edad de jubilación de la mujer, 60 años y la edad en que comienza a ser efectivo este beneficio, los 65, habría sido más acertado y justo, que este beneficio comenzara en forma conjunta cuando la mujer decida jubilar y no con una postergación de 5 años.
Más complejo es el caso de una madre que nunca haya cotizado en ningún sistema previsional y que para ser beneficiada por bono necesita afiliarse a una AFP y pagar a lo menos una cotización que en promedio alcanza los 30 mil pesos, dinero difícil de reunir para una madre de escasos recursos, incluso para madres de clase media es complicado desembolsar estos valores en las actuales circunstancias.
Ojalá existan en el corto plazo iniciativas legislativas que zanjen de manera más justa estas contradicciones de la reforma y especialmente se reconozca la calidad de madres de todas las mujeres que lo son, y no sólo aquellas que el legislador creyó importante reconocer.