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La bomba de insulina es un dispositivo que administra insulina de manera continuada. Pueden optar a ella de manera gratuita los pacientes con diabetes tipo 1, que cumplen con los requisitos exigidos por el Ministerio de Salud, ya que desde el año 2017 forma parte de las garantías de salud que ofrece la Ley Ricarte Soto.

Sin embargo, al cumplirse casi dos años de las primeras entregas de bombas, los pacientes aún tienen dudas sobre quiénes pueden acceder a ellas y, si bien es cierto, la diabetes tipo 1 es más frecuente en pacientes menores de 15 años, hay mucha población adulta que padece de esta enfermedad.

“La bomba de insulina, con el debido entrenamiento y uso responsable, es una herramienta indispensable para la vida de cualquier diabético tipo 1, ya sea niño o adulto”, señala Francisca Sánchez luego de usarla por segunda vez desde junio de 2018.

Francisca tiene 32 años y vive en Santiago. Accedió a la bomba de insulina a través de la Ley Ricarte Soto, luego de haberla adquirido anteriormente en Francia, en junio de 2015. Al ser consultada sobre los beneficios que tiene la bomba señala que antes de tener este dispositivo sufría de problemas en las encías (periodontitis), a pesar de llevar una buena higiene bucal, pero ahora que presenta un buen control glicémico sus encías se han sanado.

“Es verdad que se agradece reemplazar los pinchazos por una instalación de catéter cada 3 días, pero nada se compara con los efectos positivos que la bomba produce en el equilibrio glicémico, gracias a la dispensación de insulina mucho más precisa que con inyecciones”, comenta Francisca.

Actividad física

Una de las principales preocupaciones de los pacientes con diabetes tipo 1 es la realización de ejercicio físico. En este sentido Francisca cuenta que usar la bomba le ha ayudado a retomar el deporte. “Antes de la bomba tenía mucho miedo de las hipoglicemias sistemáticas que hacía cada vez que realizaba alguna actividad física. Gracias a que uno puede jugar con la basal temporal antes del deporte, a veces ni siquiera tengo que estar comiendo antes de ir al gimnasio”.

A lo anterior, agrega que si el esfuerzo realizado fue intenso, gracias al sensor sabe que no tendrá una hipoglicemia, pues la bomba va a parar de inyectarle insulina cuando el sensor le avise el descenso o, en su defecto, la bomba le avisará para que tome las medidas que corresponda a tiempo. “Es así como desde que tengo la bomba comencé a practicar trekking”, detalla.

Postulación

Cuando entró en vigencia la entrega de bombas por Ley Ricarte Soto Francisca postuló inmediatamente, ya que quería  probarse a sí misma y ver si lograba bajar sus glicemias a punta de dieta saludable y ejercicio.

“La verdad es que por muchas ganas que tenía, la vida que se tiene hoy en día lo hace complicado: demasiado estrés, horarios complicados, poco tiempo, cansancio, etc. Pero en octubre de 2017 le pedí a mi doctor que me postulara. Yo tenía miedo a ser rechazada, pues había entendido que las personas que hacían muchas hipoglicemias eran prioritarias”, recuerda. Sin embargo, su doctor le indicó que tenía los elementos suficientes para demostrar que podía optar a la bomba.

Para el proceso tuvo que realizarse un monitoreo continúo durante 2 semanas con el sistema freestyle, hacerse un examen de hemoglobina glicosilada y tener cita con una psicóloga; además de llenar algunos documentos.

“Pasaron varios meses hasta que en mayo me avisaron que había quedado seleccionada y en junio de 2018 comencé con las sesiones de entrenamiento para ser usuaria de la bomba, siendo el 25 de junio el día en que me la instalé”, finaliza Francisca.