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[Lectura voraz] El arte y la ciencia de no hacer nada, de Andrew J. Smart

20 Febrero 2018

Este ameno libro de divulgación científica nos recuerda que el ocio es neceario para el desarrollo cerebral y la creatividad. 

Daniel Carrillo... >
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Visto bajo el prisma del culto a la productividad, dominante en la vida actual, acomodarse en el jardín y entregarse a la “inactividad” podría sonar casi como una blasfemia. Sin embargo, así, sentado en una “actitud contemplativa”, fue como la famosa manzana encontró a Isaac Newton.

Ejemplos como este hay muchos –Descartes divagaba acostado cuando una mosca en la pared lo inspiró a crear los famosos ejes cartesianos- y a ellos echa mano el científico estadounidense Andrew J. Smart en su ensayo “El arte y la ciencia de no hacer nada” (Tajamar Editores, 2016). A ellos, claro, y también a los últimos descubrimientos en torno al funcionamiento del cerebro, particularmente a la llamada “red de estado de reposo” (RSN) o “red neural por defecto” (DMN). Ésta fue descubierta por el neurocientífico Marcus Raichle, de la Universidad de Washington. “Si todo lo que el sujeto hace es permanecer con los ojos cerrados o mirar fijamente la pantalla, la actividad cerebral no disminuye, sino que simplemente cambia de lugar. La zona que se desactiva durante la ejecución de tareas aumenta su actividad durante el reposo: se trata de la red de estado de reposo”, explica.

Lo que ocurre allí es para Smart la veta de oro respecto a la creación de ideas, conceptos y percepciones novedosas y el establecimiento de nuevas conexiones entre cuestiones aparentemente disímiles; es decir, es un campo fértil para que podamos ser creativos.

Por el contrario, cuando el cerebro sufre un continuo bombardeo de estímulos, como mails entrantes, mensajes de Whatsapp, llamadas telefónicas, conversaciones y tareas pendientes, nada nuevo puede brotar de nuestra cabeza. Así, lo habitual es que estemos permanentemente atendiendo a las demandas del ahora, “el desafío del momento”, como le han llamado.

En concreto, Smart reivindica en estas 194 páginas el derecho y, prácticamente, la obligación de disfrutar del ocio (“en periodos extensos e ininterrumpidos”), analizando cómo ha llegado a ser satanizado en nuestra cultura y, lo central, mostrando que hay zonas del cerebro que solo funcionan cuando holgazaneamos y que son vitales para seguir siendo humanos.

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