Juan Pablo Rudolffi presenta "Conversadores Platónicos"

08 Octubre 2014

El autor, nacido en la ciudad de Calama, presentará este 30 de octubre su publicación literaria llamada "Conversadores Platónicos". El estreno será a las cinco de la tarde en la Sala de la Memoria de la Biblioteca Regional de Antofagasta.

Equipo El Nortero >
authenticated user Editor

Ad portas del estreno de "Conversadores Platónicos", Juan Pablo Rudolffi nos presentará extractos de la obra que trae al presente escritos del pasado de este autor local que, luego de arduo trabajo, logra materializarse para llegar al público de la región.

El autor, nacido en la ciudad de Calama, presentará este 30 de octubre su publicación literaria llamada "Conversadores Platónicos". El estreno de su libro será a las cinco de la tarde en la Sala de la Memoria de la Biblioteca Regional de Antofagasta.

Te dejamos un extracto del capítulo 4 de Conversadores Platónicos

 

Odio la celeste cortina del desparramo, las flores que nacen lindas
sobre las feas, las voces vulcanizadas como huracanes maniobrando la
incoherencia, odio a la gente que juega en el horizonte de los
pensamientos ajenos, odio los países sensibles con sus polos de
calaminas acribilladas, odio los recuerdos de mi infancia, la dulce y
blanca casa, a mi familia en general, odio a los amigos y viejos
amigos que visitan suavemente mi cripta que está enloquecida, odio las
personalidades, las mesas y las cintas vhs, odio las penetraciones sin
amor, las vaginas secas sufriendo el sable insistente, odio las
lágrimas en la boca, los dientes corriendo las marcas de las tintas de
los labios, odio a Dios cuando participa en la muerte de su hijo y
odio a su hijo cuando se sacrifica por algo que se llama humanidad -
¡humanidad! -, que no es más que el máximo error de su padre, odio el
sendero verde que cruza la avenida Pedro de Valdivia, odio que la
emoción succione mis sentidos y que las pastillas para dormir me
derritan sin piedad agregándome a la pesa de las cuestiones, y miro a
los perros desollados entrando a las carnicerías y odio los asados y
las fiestas y los ritos, odio mi imagen terca cantando canciones que
desesperan y no son más que canciones tristes de lindos años en los
cuales aún no existía odio, odio el último “adiós” antes del recuerdo,
entre el deseo y el escape, odio el escape, odio el escape, odio el
escape…


En mi casa hay una mesa blanca con dos baterías pequeñas AAA
que no sé para qué sirven porque no tengo nada que pueda
utilizar baterías, tengo una docena de botellas plásticas repartidas
por todos lados, un morro enorme de loza sucia, calcetines y perfumes,
igual tengo aros y pulseras de mujer, a más de alguna se les ha
quedado un lápiz labial, un colet, un pinche, pero siempre muy solo,
solo y seco. Me gusta notar cómo sube el sol y luego cómo baja, me
gustan las campanas del día domingo en la Iglesia, me gusta no hablar,
estar tan callado, tal vez por eso tengo problemas con conjugar en
vivo palabras, cuando hablo con personas me pongo nervioso, tiemblo,
tirito, me duele la espina dorsal, pero si bebo un poco puedo ser muy
sociable.