Messibuloso: Cuatro Balones de Oro consecutivos para el argentino

Messibuloso: Cuatro Balones de Oro consecutivos para el argentino

08 Enero 2013

Ya que el fútbol es un lenguaje en sí mismo, una gran Torre de Babel que se construye con sus propias reglas, dioses y mitos, Alejandro Sabella pidió ayuda a la RAE para encontrar un nuevo adjetivo que definiera a Lionel Messi. Por Jaime Caucao.

Jaime Caucao >
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Poco tiempo después, una famosa marca de bebida tomó la idea y lanzó una campaña en las redes sociales para encontrar dicha palabra mágica. No tengo la menor idea de cuál fue la que finalmente ganó, pero yo me quedé con una que encontré en esa enumeración risible e ingeniosa: Messibuloso. Y ya que la Academia Sueca de la Lengua aceptó incluir en su diccionario un adjetivo para Ibrahimovic, la RAE debiera apresurarse en coger el guante e incluir en sus catálogos esta palabra. Así, a partir de mañana podríamos decir sin temor a caer en falta semántica: “El jugador ejecutó una jugada messibulosa”, o bien “Fue un golazo messibuloso”. Messibuloso: dícese de aquel gol ejecutado con suprema velocidad, técnica y precisión. La suma de las características de Messi y de fabuloso, que en su etimología significaba “hablar”, “comentar” pero también “leyenda, mito o narración poética”. De forma más contemporánea, la RAE define fabuloso como “Dicho de un relato, de una persona o de una cosa: Maravilloso y fantástico.  Extraordinario, excesivo, increíble” Ya no se podría poner otro adjetivo a la cola que no resultara redundante. Lo poético es también la falta del exceso, la palabra justa y medida. De este modo, Messibuloso ya no requeriría más explicaciones, sería un concepto completo en sí mismo. Adiós a todo lo demás.

Y así como hay quien dice que los tipos que marcan época cambian las modas de sus generaciones (los Beatles, por ejemplo, cambiaron el corte de pelo de los hombre de los ’60), que este pequeño argentino haga su aporte al lenguaje no estaría fuera de las normas. Eso sí, es de esperar que no se ponga de moda la chaqueta con lunares blancos que usó en la gala. Según leí en Twitter, lo habría vestido un asesor de José Mourinho. Eso no fue messibuloso, pero que al fin resulta un detalle frívolo cuando se está asistiendo a la escritura de la historia.

    Respecto a la personalidad del argentino, no se puede obviar una cosa que es digna de poner en un marco y que resumiré en una sencilla anécdota: hace un par de años atrás, cuando la Pulga comenzaba a despuntar como un nuevo Maradona (¿lo habrá superado ya? ¿Será mejor?) Y cuando Youtube se abría como esa borgeana videoteca donde todo lo buscado podía ser encontrado, di con un video de Messi que hoy todos pueden ver. Era una grabación de cuando Lionel tenía unos 13 años. Lo entrevista un periodista para el canal del Barcelona. El tipo le dice: “para que la gente te conozca, ¿podrías definir cómo juegas?”. Entonces Messi sonríe, se avergüenza y luego, entre murmullos, se niega a definirse a sí mismo. “No –dice- no sé cómo definirme, no me puedo definir yo”. Al momento de ver el video me llamó la atención que no hubiera caído en la tentación de ponerse a enumerar durante media hora todas sus cualidades como jugador.  La vanidad y la adolescencia son cosas que suelen ir muy de la mano. En dicho contexto, hoy me hacen sentido las palabras que años después, parados frente a un panel de entrevista, diría Eduardo Galeano: “La gracia de Messi es que no se cree Messi”. Y es verdad. La humildad de Messi es auténtica en buena medida porque es intrínsecamente tímido. Esa timidez, que Cristiano Ronaldo puede ver como un defecto (y que en otro trabajo, sería una crítica completamente razonable, un pecado abominable), para Messi es la piedra angular de su prolongado éxito. Cuando a los veinticinco años se tiene el mundo a los pies y eres comparado sólo con mitos y tus únicos rivales dignos son los semidioses del balón, no sería nada raro caer en la tentación de aplastarlos a todos. Y oír el canto de las sirenas y abandonarlo todo por los placeres mundanos. Pero Messi lo ha evitado porque es tímido. Siempre evita ponerse en el centro de la situación, evita las rimbombancias de las cámaras y las luces, evita oír el canto de las sirenas. Y esa distancia que toma de su propio éxito es el combustible que, seguramente, le dará el empuje necesario para llegar quién sabe dónde. Todos los récords parecen estar al alcance de su mano. O de su zurda.

Bienaventurados somos nosotros, los que nos tocó vivir la era de Messi. Seguiremos gozando sus messibulosas jugadas y sus messibulosos goles. Sin competencia humana a la vista, los Balones de Oro podría seguir llegando a su vitrina personal que él contemplará por un rato y que olvidará luego para volver a entrenar, como el chiquilín que no juega ni por gloria, ni éxito ni dinero. Simplemente juega como le nace porque le divierte y lo apasiona. El color dorado del oro, seguramente, no lo cegará. Así pues, a tomar asiento señores, que el show está lejos de terminar.

Por Jaime Caucao,  Twitter: @jcaucao

Foto: Vectorportal Flickr CC