Opinión: El ajuste ambiental del modelo económico

09 Mayo 2015

La desigualdad se ha hecho rutinaria en nuestra sociedad, tenemos una visión aldeana de lo que somos y representamos no solo mundo afuera, sino fundamentalmente en cómo nos vemos nosotros mismos y nos relacionamos internamente.

Andrés Gillmore >
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Es indudable que el crecimiento económico es un arma efectiva para derrotar la pobreza, pero debe cumplir con ciertos requisitos para que de verdad cumpla con su función y para ello debe ser equitativo y justo, si no se transforma en intervención económica. Crecimiento no refleja desarrollo y no son lo mismo y ha sido durante décadas el discurso del capital para justificar su enriquecimiento. Desarrollo es la inversión que se hace en una economía y crecimiento es obtener una mayor producción, formas a fines pero distintas partes de un proceso con un objetivo común.

Los orígenes del capitalismo se remontan a la Edad Media, pero fue durante la revolución industrial donde se asentaron las bases y se implementó la organización de la producción y la división del trabajo que nos rige hasta los días de hoy. El capitalismo como modelo de desarrollo se consolidó a mediados del siglo XVIII, transformando la relación de los trabajadores y los llamados poseedores del capital, que se adjudicaron el poder de hacer, estableciendo la productividad competitiva como base de sustentación, potenciando la generación permanente del capital y de sus variados intereses.

La historia del capitalismo es una historia de voracidad y codicia por sobre todas las cosas y eso en Chile los sabemos muy bien. Desde que adoptamos el neo-liberalismo económico como base de sustentación en la forma en como pretendemos desarrollarnos, la solidaridad, la felicidad y la equidad social pasaron a segundo plano y creamos inmediatamente una división social y una concentración de la riqueza como nunca habíamos visto antes,posicionándonos como líderes mundiales de la desigualdad, viendo al prójimo como un medio y no como un fin y en eso está el fundamento de nuestra crisis actual que nos tiene al borde del abismo político.

El modelo se aprovechó de las enormes diferencias sociales y culturales de nuestro largo y angosto territorio, insensibilizándonos ante la desigualdad en realidades que no deberíamos haber tolerado nunca y bajo ningún supuesto, pero que con el tiempo se hicieron tolerables y aceptadas incluso por los desestimados.

La desigualdad se ha hecho rutinaria en nuestra sociedad, tenemos una visión aldeana de lo que somos y representamos no solo mundo afuera, sino fundamentalmente en cómo nos vemos nosotros mismos y nos relacionamos internamente; contamos con tecnología de punta y accesible a gran parte de la ciudadanía, que hace que en muchos sentidos nos sintamos parte integrante del mundo globalizado, aceptando el capitalismo salvaje de tal forma que cada cual atiende lo inmediato y en forma totalmente personalizada por conseguir a como dé lugar lo que creemos necesitar; incluso los mismos gobiernos y los políticos en general se han visto imbuidos por esa forma de hacer, despreocupándonos de la realidad colectiva y su proyección social, haciéndonos creer que somos una democracia participativa y vinculante, que la economía de mercado está en franca retirada y que lo que se busca es un Estado más empoderado y fiscalizador de sus propios recursos, cuando a decir verdad eso no es tan así y necesitamos un ajuste.

En los último meses hemos empezado a oír recurrentemente ciertos supuestos que posicionarían en Chile el llamado proceso verde de la regeneración económica, con leyes que permitirían la asociación comercial entre las transnacionales y comunidades, hacer consultas ciudadanas, escondiendo bajo esos supuestos, objetivos diferentes de lo que podríamos suponer en el discurso, de lograr un dialogo sano, acercar la industria a la comunidad, lograr acuerdos sociales y que las comunidades reciban beneficios económicos por las intervenciones; cuando lo que en verdad necesitamos es algo tan simple como tener la capacidad de realizar una regionalización efectiva y estudios de impactos ambientales compartidos, serios y profesionales, para que los proyectos de desarrollo sean eficientes y tengan objetivos verdaderamente claros y sustentables, especialmente para las comunidades que se verán afectadas.

El siglo XXI se inició en Chile con serias y profundas contradicciones en todo sentido, con un capitalismo redundante con una base mercantilista que ha llevado a nuestra sociedad a limites tan redundantes que nos tienen al borde del colapso, ante una realidad inapelable bajo la presión social que eso conlleva, las comunidades han comenzado a ser cada vez más contundentes e independientes al analizar su propia realidad, entendiendo que los movimientos sociales son el reflejo reconocido de la importancia del poder soberano de las propias comunidades ante su propia territorialidad y que el reclamo ciudadano va mucho más allá del efecto comunicativo que presuponen los movimientos sociales de difundir su verdad.

El modelo necesita un ajuste urgente y veraz, por reconocer a las comunidades como un interlocutor serio y responsable ante los impactos sociales, culturales y ambientales generados por una economía que saca provecho de una intensa acumulación, aprovechada por unos pocos en detrimento de muchos, con impactos negativos que el mismo modelo ha producido y que hoy lo están destruyendo internamente y lo tiene al borde del colapso total. El ajuste económico de la producción y del mercado debe tener la capacidad de integrar la naturaleza al modelo de desarrollo, reconociéndolo como un bien escaso que debe ser respetado, valorado y cuidado para la proyección de las comunidades y del país.

El ajuste ambiental se ha transformado el santo grial de la proyección de desarrollo, realidad que ya podemos observar en los países desarrollados, como respuesta ante la crisis ambiental, integrando el ambientalismo social y cultural en los procesos de producción, creando nuevos mercados y permitirles una salida, sin alterar las relaciones con la producción de base, reorientando los objetivos, sosteniendo la productividad en al medio ambiente y en relación directa con las comunidades, integrando la sustentabilidad al mercado propiamente tal, compensando y amortiguando en forma armónica con programas de rescate ambiental de los territorios intervenidos.

El supuesto reciclaje verde de la economía global, podría resolver el problema ambiental y la problemática del cambio climático, para que el capitalismo resuelva sus propias contradicciones, cambiando las formas de explotación y formas de mercantilización, con procesos de crecimiento y desarrollo más armónicos y sustentables, ante un modelo de desarrollo que hoy está en crisis terminal, al no haber sabido responder a las temáticas ambientales, que han desbordado las economías subdesarrolladas de los países emergentes.