Música para mis bolsillos: Recargado

Música para mis bolsillos: Recargado

25 Septiembre 2014

Hace un tiempo escribí sobre la desvalorización de los músicos a través de una historia ocurrida al amigo de un amigo, por la cual se me ha acercado bastante gente, algunos para felicitarme, otros para ampliar la discusión y unos por un  motivo que comentaré a continuación.

Javier Araya Mo... >
authenticated user Corresponsal

Primero que todo quiero recordar y aclarar que la historia anterior es real pero contada con nombres de fantasía y cualquier coincidencia con la realidad es sólo eso. Señalo esto porque  desconocía la existencia de una agrupación llamada Camanchaca en Antofagasta, quienes se comunicaron conmigo para informarme lo que ocurría y hoy me veo en la obligación moral de clarificar la situación: Camanchaca Rock es un nombre de ficticio que lamentablemente, y de manera incómoda para mí, coincidió con un nombre real el cual NO protagonizó la historia.

Pero para continuar la reflexión debo recordar la idea principal del texto anterior, que no quiso dejar mal a nadie en específico, sino mas bien hacer una radiografía a la idiosincracia de los chilenos en general respecto al tema de la música, partiendo por los mismos músicos.

Ser músico y estar preparado para tocar requiere ciertos sacrificios, principalmente económico, para la compra de instrumentos e indumentaria que permita el mantenimiento y perfeccionamiento de estos (cuerdas, baquetas, clavijas, uñetas, pedales de efectos, entre otros) y tiempo, para componer y/o ensayar, planificar, y realizar cualquier acción vinculada al desarrollo de la carrera musical.

Dependiendo del trato el traslado de los músicos e instrumentos puede variar, por lo que si no es parte de él debe sumarse el transporte de los músicos y la bencina del auto que acarrea la batería (¿endeudarse con favores también cuenta?). 

Réplicas

Me dijeron por ahí (no quiero dar nombres, ni siquiera ficticios):“Pero si ellos hacen tratos con los productores, donde se les dijeron las condiciones y ellos aceptaron después no pueden estar reclamando”… puede que tenga razón, no lo sé.

Desde mi perspectiva el que uno haga algo no significa necesariamente que se esté conforme con la acción. Un ejemplo: si voy al supermercado, tengo la necesidad de comprar y comer, así como los músicos la necesidad de tocar y mostrarse; Compro la mercadería del mes o de la semana, lo que seríaequivalente a la planificación de tocatas, y les pregunto: Por el hecho de comprar ahí, ¿no tengo derecho a pensar y expresar mi disconformidad con los precios?, si compro en el supermercado: ¿estoy validando y aceptando que todo el sistema en el que se llevan a cabo las cosas es correcto?… no lo sé, particularmente creo que no.

Es cierto que uno es libre de decir NO al momento del trato, pero un adolescente recién comenzando en la carrera musical, puede valorizar su trabajo en un par de cervezas (lo digo por experiencia). El problema de la situación es que los productores se acostumbran e incluso llegan a creer que un par de cervezas de cortesía y un “momento de fama” es paga suficiente, pero no, eso es un robo amistoso. 

Robo intelectual

“¿Y las bandas tributo? ¿no están robando acaso?”, me preguntaron también y quizá es así de cierta forma, pero la ejecución de las canciones es propia de ellos y debe ser remunerada, además los productores deben hacer un casting para saber quiénes tocan música propia y quienes tocan covers, de este modo si al organizador no le parece que el repertorio no sea propio también tiene la opción de decir que no. 

Por otra parte, son los autores o sellos representantes los encargados de hacer respetar la propiedad intelectual con el artista y al productor poco le incumbe el asunto en particular, además, si quisiéramos ser estrictos con la ley, deberíamos denunciar a los artistas callejeros, de los cuales varios venden música envasada de autoría ajena en pleno paseo Prat, pero es un tema delicado que debe abordarse con mayor profundidad en otra ocasión.

El problema que detecto y comparto con varios de los que se acercaron a hablarme es que la idiosincracia antofagastina y chilena en general no acompaña a pequeños productores; primero, porque no existe la cultura de la música local y segundo porque no nos gusta pagar por los espectáculos. Vamos sólo a los gratis, a lo barato y no se pueden montar shows de calidad, o al menos cuesta mucho con el dinero que están dispuestos a pagar.

De este modo las opciones de las productoras se ven reducidas a traer artistas de afuera para poder cobrar una entrada que logre reunir los fondos necesarios de producción, llenar un lugar amplio con entradas baratas lo cual pocas productoras prefieren por que logísticamente no es conveniente o bien sustentar el evento a través de alianzas estratégicas con grandes empresas, que pocas veces toman atención a pequeñas productoras.

Parece ser que los productores independientes tienen una tarea muy difícil, casi suicida: obtener ganancias luego de que todos lo participantes reciban su pago, o bien, asumir las pérdidas después de haberle pagado a todos los participantes del evento… sí es un asunto complicado.


Etiquetas:

Contenidos que pueden interesarte

No existen contenidos para esta sección.