Educación Ambiental Para La Formación Ciudadana

Educación Ambiental Para La Formación Ciudadana

26 Enero 2013

La educación ambiental como objetivo transversal se ha convertido en una declaración de intenciones en la educación formal, que escasamente logra concretarse en la planificación de contenidos y el cumplimiento de los objetivos trasversales.

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Por: María Paz Aedo y Cristián Villarroel N.

El 26 de Enero se celebra el Día Mundial de la Educación Ambiental. 

La fecha tiene su origen en el Seminario Internacional de Educación Ambiental de Belgrado, celebrado en 1975. En este evento se establecieron los principios de la Educación Ambiental en el marco de los programas de las Naciones Unidas, plasmados en la Carta de Belgrado, que la define como un proceso dinámico y participativo, que busca despertar en la población una conciencia que le permita identificarse con la problemática ambiental tanto a nivel mundial, como a nivel local.

Así, el término enfatiza la necesidad de identificar las relaciones de interacción e independencia que se dan entre el entorno y las personas, preocupándose por promover una relación armónica entre el medio natural y las actividades humanas, a través del desarrollo sostenible.

Sin embargo, a más de 30 años de este acuerdo, sus fundamentos están en crisis.

Primero, porque la definición de desarrollo sostenible no ha sido capaz de revertir o detener la expansión de una economía basada en el uso intensivo y en la explotación de los bienes de la naturaleza, que confunde “desarrollo” con “crecimiento sostenido”; transformándolo de esa manera en un camino sin destino y de auto destrucción en un planeta finito.

Segundo, porque el sentido profundo de la educación -- entendido como espacio de aprendizaje, creación, inclusión y transformación en su sentido más esencial --se ha convertido en el espacio de la “reproducción de información”, que redunda en la estandarización de la sociedad y la falta de tolerancia ante la diversidad, acentuando la desigualdad y enriquecimiento de quienes participan en el negocio de la educación.

En nuestro país, así lo evidencian los conflictos territoriales entre los intereses productivos  -de dominio político que subyacen tras el negocio de la educación-, y los derechos colectivos de los habitantes; y las movilizaciones estudiantiles, que exigen calidad y garantías para el ejercicio universal del derecho a la educación.

El cruce de ambas intenciones (educar y promover el desarrollo sustentable) resulta aún más crítico.

La educación ambiental como objetivo transversal se ha convertido en una declaración de intenciones en la educación formal, que escasamente logra concretarse en la planificación de contenidos y el cumplimiento de los objetivos trasversales (OT), y en el ejercicio docente, salvo por la voluntad de profesores y académicos comprometidos con la temática. Sin duda que esto se cristaliza como resultado de un modelo económico, dirigido a poner el foco en el rendimiento para generar “productos” institucionales que van tras la producción  SIMCE o PSU.

En el espacio de la educación no formal, esta educación tiende a reducirse al traspaso de herramientas técnicas (eficiencia energética, huertos comunitarios, etc.) que las personas y comunidades no necesariamente están en condiciones de aprehender y sostener, considerando el fuerte estímulo del modelo de producción, consumo y negocio que va en dirección opuesta. Todo esto, sin desmerecer, por cierto, el valor en sí mismo que tienen estos saberes técnicos y prácticos, que han dado incluso un nuevo impulso al surgimiento de dinámicas sociales que se relacionan con pequeños núcleos de auto sustentación.

Con todo, en la última década hemos observado un creciente interés en el cuestionamiento al concepto de “desarrollo” sustentable y una expansión de las iniciativas que buscan transformar, desde la experiencia cotidiana y la construcción del conocimiento, el paradigma teórico y práctico de nuestro modelo de desarrollo, para avanzar en la construcción de sociedades sustentables, aquí y ahora.

Es el caso de las experiencias de autoformación que llevan a cabo organizaciones vecinales, como elComité Ecológico de Villa Portales, que junto con ofrecer alternativas para una agroecología urbana, promueve la participación y la asociatividad de los vecinos, con miras a la profundización y descentralización de la democracia.

También destaca el Diplomado en Educación para la Sustentabilidad de la Universidad de Santiago (en el marco del protocolo Campus Sustentable), iniciativa de carácter gratuito y abierta a todo público, sostenida gracias al aporte voluntario de académicos y expertos en el área, que conduce al diseño de proyectos a implementar por los y las estudiantes, provenientes de distintas disciplinas y contextos sociales.

Son sólo dos de los muchos ejemplos de iniciativas que re-interpretan la educación ambiental como proceso de aprendizaje, creación y acción para la construcción de una civilización capaz de cuidar las relaciones de reciprocidad entre las personas y la naturaleza como un todo sinérgico y armónico.

Esto es lo que los pueblos andinos han llamado Vivir Bien. Y este es nuestro desafío vital.

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María Paz Aedo es socióloga, coordinadora del diplomado en educación para la sustentabilidad en la USACH.

Cristián Villarroel es ingeniero ambiental, diplomado en gestión de recursos hídricos y cambio climático