El "cuco" en los divorcios: la compensación económica

El "cuco" en los divorcios: la compensación económica

12 Agosto 2012

La temida compensación económica tras el divorcio, tiene más de mito que de realidad.

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Un tema habitualmente ignorado por todos los medios en sus reportajes de divorcios, es el de la compensación económica.

Sorprende, porque es el gran "cuco" que espanta a hombres separados que desean divorciarse. Muchos se desisten de iniciar la tramitación, temerosos de que quedarán en la calle al pagar esa famosa compensación económica.

Pero no es más que un monstruo imaginario. Miedos insensatos, pero comprensibles cuando se desconoce la verdad. Algo así como creer en el hombre del saco, o la bruja de un cuento infantil, cuando éramos pequeños.

Diferente sería la percepción de ese "cuco" por parte de los hombres separados si supieran que tal beneficio se solicita en apenas una de 10 causas de divorcios tramitadas en el Poder Judicial.

A su vez, según estimaciones de una Jueza de Familia de Santiago, sólo se otorga compensación a un promedio de 3 mujeres de cada 10 que lo piden.

Nos consta que ese promedio es correcto. Es lo que hemos monitoreado los últimos 8 años.

Por otro lado, el monto que se concede es por lo general significativamente menor al solicitado. Pocas veces se otorga la cifra que se pidió originalmente y rara vez es mayor.

Por tanto el número de mujeres divorciadas que reciben ese beneficio es apenas un 3% del total.

Otro 7% lo pide "por si acaso" pero se les niega por no cumplir los requisitos legales.

El 90% restante no lo solicita por no tener derecho a compensación o no quiere recibirla.

Es decir, por cada 100 mujeres que se divorcian, sólo 3 reciben el beneficio, y en general, el monto es menor de lo que pidieron.

Así las cosas, ¿vale la pena tenerle miedo a ese "cuco" y no hacer nada por formalizar una separación de hecho?

Quizás sea mejor hablar del tema con alguien de confianza, como lo hacemos con los pequeños al acompañarlos a mirar debajo de la cama y abrir el closet. Recién entonces se dan cuenta que no hay ningún ogro en su interior y no hay nada de qué temer.